¿Cómo prevenir el abuso infantil?

Foto por Diana Gómez

Cuidemos a los más pequeños

Por Karina Rodriguez Chiw

Es fundamental la familia, sobre todo los padres, para prevenir el abuso de los niños. Hoy más que nunca es necesario romper el silencio en torno a este problema que crece día con día. 

Es sorprendente que en nuestro país y en todo el mundo, cada día aumenta el número de niños maltratados, en su mayoría, por quienes deberían protegerlos. De acuerdo a un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), gran parte de la violencia sufrida por los menores de catorce años ocurre en el hogar, a manos de los padres, cuidadores o familiares.

Pellizcos, golpes, insultos y agresiones físicas que pueden provocar hasta la muerte, son algunas de las conductas que vemos, pero uno de los abusos más terribles es el sexual. Las consecuencias de este ponen en peligro la salud y el desarrollo de los pequeños, y los efectos pueden perdurar hasta la edad adulta.

Contrario a lo que se puede creer, el abuso sexual no se refiere únicamente a una violación, sino también a una serie de conductas en las que una persona mayor (joven, adulto, viejo) utiliza a un menor para estimularse sexualmente. 

Advierte la psicóloga Verenice Ortega, coordinadora del área psicológica de la Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas A.C. (ADIVAC): «Pueden ir desde tocamientos a su cuerpo, enseñarle pornografía, exhibir el cuerpo desnudo de un adulto, obligar al pequeño a tocar al adulto, besar al niño o niña como adulto, tener sexo oral, anal o genital, exponer a los pequeños a actos sexuales entre adultos, etcétera. Eso ya es violencia sexual».

Tal como lo señala el manual Prevención de abuso sexual de niños y niñas, creado por la Fundación Save the Children (Salve a los niños): «Se trata de una relación abusiva porque existe una clara desventaja: física, fisiológica (hormonal), de desarrollo, de experiencias sexuales y de vida, de recursos mentales y habilidad social y emocional».

Las estadísticas de ADIVAC demuestran que las edades en que los niños sufren más violencia sexual son de los cuatro a los once años. Pero quienes más lo cuentan son los de siete, ocho y nueve años. Sucede indistintamente en niñas y niños.

En la mayoría de los casos el agresor es un familiar o alguien muy cercano al pequeño. Son raros los casos en que se trata de una persona desconocida. Por lo general nadie se imagina que en casa de un familiar puede estar el riesgo. Los niños tampoco lo creen, ya que piensan que si su mamá los dejó en ese lugar y con esa persona, quiere decir que es de mucha confianza. Si algo malo sucede, no tienen el valor para contarlo.

Aunque en su mayoría los abusadores son hombres, ya que tiene mucho que ver con cuestiones de ejercer el poder de género para reafirmarse, también puede suceder que la agresora sea una mujer. Sin embargo, «no existe un rasgo característico que nos pueda ayudar a determinar quién es o no un abusador; se trata de una persona aparentemente normal que busca ser confiable, que cuando lo ves crees que es incapaz de hacerle daño a alguien», advierte la psicóloga Ortega.

Por lo general tratan de ofrecerle al niño juguetes, dulces o regalos. Rara vez los abusos a niños son de manera agresiva o violenta. 

Factores de riesgo:

Aunque pueden existir numerosos factores, ciertas circunstancias hacen que sea más probable el abuso sexual, por ejemplo:

• Consumo de alcohol o drogas en la familia.

• Discapacidad psíquica grave de uno o ambos padres.

• Historia de maltrato previa en uno o ambos padres.

• Deficiencias de vínculo entre los padres y el niño.

• Falta de red de apoyo social en la familia.

• Problemas de ruptura familiar.

• Falta de reconocimiento de los derechos del niño como persona.

• Aceptación de prácticas como el castigo físico.

• Modelo de creencias rígido, formal e idealizado que fomenta las relaciones de control sobre: Cómo debe ser una buena familia, quién debe tomar las decisiones, cómo debe comportarse un niño bueno (por ejemplo que sea obediente), cómo debe actuar la mamá (sumisa, callada), entre otros.

Existen ciertas características en los niños que podrían influir para que sean víctimas, señala la especialista Ortega:

• Baja autoestima.

• Falta de cuidado y cariño por parte de los padres.

• Se quedan al cuidado de otras personas.

• Desconocen las partes de su cuerpo.

• No saben distinguir entre una caricia agradable y una desagradable.

• Creen que su opinión no tiene validez en la familia.

• No son escuchados en casa.

• Tienen la idea de que deben obedecer ciegamente a los adultos.

Las consecuencias, según la OMS, pueden ser desastrosas. Ocasiona en menor o mayor medida depresión, adicción al alcohol o drogas, intentos de suicidio, trastorno de pánico y trastorno de estrés postraumático. 

¿Cómo proteger a nuestros hijos?

Los padres son quienes tienen en sus manos la tarea de evitar que sus hijos sean violentados sexualmente. A diario tenemos la oportunidad de establecer fuertes lazos con nuestros hijos. De esto dependerá la confianza que ellos nos tengan para abrirse y platicar. 

Nuestro carácter y la forma en que los tratamos es clave. ¿Los escuchamos, como si todo lo que nos dicen fuera importante? Cuando les llamamos la atención, ¿es por cosas mínimas que no valen la pena? Tengamos cuidado con los regaños y sanciones injustificadas, porque al final no querrán decirnos la verdad por temor.

Debemos fomentar la verdad entre todos los miembros de la familia. Si un hijo ve a papá o mamá diciendo mentiras, será una enseñanza fatal.

De acuerdo con su edad, es bueno brindarles educación sexual desde pequeños, que conozcan sus genitales, cómo nacen y se desarrollan. Y que entiendan que hay caricias agradables y desagradables y que nadie puede tocar su cuerpo si ellos no lo aceptan y mucho menos hacerles daño. Que sepan que tienen la libertad de alzar su voz para decir «no» y que puedan diferenciar entre un regalo y un soborno. 

Hagámosles sentir que siempre estaremos con ellos para protegerlos, que pueden buscarnos en cualquier momento, sobre todo si se sienten amenazados. Es útil enseñarles a tomar decisiones desde pequeños, por ejemplo a elegir la ropa que se van a poner. Este ejercicio les dará seguridad para que en el futuro tomen sus propias decisiones e iniciativas. 

Desde luego, compartamos tiempo de calidad con ellos y cuando sea posible, respetemos sus decisiones, y expliquemos por qué no lo hacemos cuando desean hacer algo que no es sabio.

Cuando haya necesidad de dejar al hijo al cuidado de otra persona, tengamos la precaución de saber si alguien más entra o sale de esa casa y de establecer una buena comunicación con el cuidador. 

En caso de una institución, asegurémonos de que existen medidas de seguridad y que cuenten con suficiente personal, incluyendo a un psicólogo o psicóloga. Estemos atentos para ver si el niño está cómodo allí y las razones.

Finalmente, observemos el lenguaje de los hijos, no solo el verbal, sino también el físico, ya que muchas veces no saben o no tienen el valor de expresarse con palabras. Sobre todo, debemos creer siempre en lo que dicen.

Síntomas o señales de alerta que denotan que ha habido abuso sexual:

Pesadillas y sobresaltos nocturnos.

Enuresis (orinar involuntariamente en la cama).

Bajo rendimiento escolar.

Aislamiento, incluso de sus amiguitos.

Cambio de estado de ánimo, llanto, rebeldía repentina o mucho enojo contra alguien.

Caída del cabello.

Depresión, retraimiento, tristeza.

Ansiedad.

Culpabilidad.

Falta de confianza en sí mismo y en los demás.

Ira reprimida, hostilidad.

Alejamiento de los familiares o poca capacidad para relacionarse socialmente.

Llanto al llevarlo a la escuela o con algún familiar.

Golpes, moretones, laceraciones.

En las niñas, infecciones vaginales recurrentes, cuando se han descartado otras posibles causas.

Cambio de hábitos en sus juegos.

Mostrar comportamientos muy sexualizados no acordes a su edad.

Qué hacer si ya sucedió:

Mantener la calma.

Animarlo a hablar sobre la situación.

Creerle, pues rara vez mienten acerca de la violencia sexual.

No considerarlo culpable.

Entender que puede sentir conflicto respecto a sus sentimientos hacia el agresor

Evitar preguntarle las razones por las que permitió que la violencia sexual se prolongara.

Expresarle afecto y evitar la sobreprotección.

Asegurarse de que no haya sufrido heridas físicas.

Responsabilizarse de brindar los primeros auxilios sin hacer juicios de valor.

Alejarlo del agresor a toda costa.

Acercarse a las redes de apoyo que brindan protección, acudir al médico para que revise que el niño esté bien físicamente, consultar a un profesional especializado que le dé un seguimiento terapéutico. No todos los psicólogos están preparados para atender la violencia sexual.

Si se desea levantar una denuncia, buscar orientación con un abogado antes de acudir al ministerio público, para no exponer al niño a situaciones dolorosas o incómodas.

Existen numerosas instituciones en las que podemos encontrar apoyo para enfrentar esta dolorosa situación. Acerquémonos a ellas:

Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas, AC (ADIVAC).

Centro de Terapia y Apoyo a Víctimas de Delitos Sexuales.

Tel. (55) 5200 9632

Armonía Familiar

Apoyo psicológico por teléfono. SAPTEL (55)5259 8121

Apoyo legal por teléfono. VICTIMATEL (55)5575-5461


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