Cómo involucrar a los niños en los quehaceres de la casa
El propósito de los quehaceres no es simplemente lograr que se ejecuten las tareas, ni siquiera se trata de enseñar a los niños a trabajar
Por María Félix Pluma Maza
Cuando José y Alberto eran pequeños inspiraban lástima a otros niños y a personas mayores, porque su madre los mantenía siempre ocupados.
Su padre había fallecido y eran ocho hermanos, así que ellos tenían que trabajar, aunque fueran pequeños. Hacían mandados, salían a tirar la basura de las casas de sus vecinos, y ya más grandecitos aún trabajaban.
Las personas que los veían sacudían la cabeza y decían que la falta de un juego entorpecía a los pequeños.
Empero, cuando fueron adultos alcanzaron una mejor posición económica que los hijos de aquellos que los miraban tiempo antes. Asimismo, ganaban más dinero y obtenían mayores satisfacciones con sus trabajos; lograron matrimonios mejor avenidos, y las relaciones con sus hijos fueron más profundas. gozaron de buena salud, y sobre todo, aprendieron a ser mejores padres.
Comprenda los objetivos
El propósito de los quehaceres no es simplemente lograr que se ejecuten las tareas, ni siquiera se trata de enseñar a los niños a trabajar. Tener relucientes los platos y la casa impecable es menos importante que inculcar la responsabilidad, la dignidad, la independencia y la confianza, así como aptitud, los fundamentos de la salud emocional.
Además, cumplir con los quehaceres ayuda al niño a entender que la gente debe trabajar para alcanzar metas comunes. Los adultos más capacitados son los que saben cómo lograr esto.
Empiece pronto
El impulso de ayudar a mamá surge casi en cuanto el niño aprende a caminar. Cualquier pequeño de dos años puede llevar y traer cosas, inclusive separar la ropa, lo que le permitirá conocer las formas y colores.
El de cuatro a cinco años es capaz de entender instrucciones sencillas y hacer pequeños mandados; es posible esperar a veces que guarde sus juguetes y recoja o retire los platos de la mesa.
El niño de siete años puede asumir ciertas responsabilidades familiares. Una buena comisión inicial es la de poner la mesa.
Sin embargo, no se debe presionar al niño con tareas que rebasen sus habilidades; también es necesario que se produzca en el pequeño un sentimiento de realización; si se desalienta puede ser que no esté dispuesto a realizarlo otra vez.
Establezca normas realistas
Obviamente, un adulto puede hacer la mayoría de las tareas mejor que un niño. La mejor forma de enseñarlo a realizar un trabajo consiste en la simple repetición.
Muéstreles cómo se hace, llévelo a cabo con ellos y luego deje que lo hagan solos.
Manténgase dispuesto a darles consejo, pero no intervenga; tampoco se oponga si desean hacer algo a su manera. Por ejemplo, decirles: “Yo siempre sacudo antes de usar la aspiradora”, solo les enseña que sus esfuerzos no son meritorios.
No los soborne
El mejor pago para cualquier tarea es una sonrisa, un abrazo o la palabra “gracias”. Los niños deben recibir dinero, pero no lo convierta en un pago; pagarles por un quehacer que de todas maneras tienen que realizar, no solo huele a soborno, sino también el niño puede pensar que se le debe pagar por recoger los calcetines.
No exagere
El trabajo es valioso, pero esclavizarse no lo es. El exceso de obligaciones puede estorbar en la educación, en actividades sociales o en otros aspectos del desarrollo infantil. Si el niño soporta una carga pesada puede llegar a considerarse un esclavo en vez de creerse un miembro de la familia.
Trabajar a cualquier edad es importante pero no lo es todo; debemos de mantener el trabajo dentro de una adecuada perspectiva humana.
Tolstoi resumió el papel del trabajo como unión de la familia y lo dijo con esta frase: “Es posible vivir espléndidamente en este mundo si se sabe trabajar y amar. ¡Trabajar para la persona amada, y amar el trabajo personal!”.