Para criar hijos
Había un hombre que vivía junto a una cantina. Le quedaba tan cerca que hizo una senda de su casa a ella. Un buen día, su chiquito siguió sus pasos
Por Felipe Güereña
“Criar hijos no es problema. Solo hay que tenerlos y crecen solos como la hierba”. Tal parece que así piensan algunos. Pero todos sabemos que eso es una tontería.
Para comenzar, los hijos son herencia de Dios para los padres y para el mundo. Son un tesoro que se puede apreciar aún más cuando ya son adultos.
En la Biblia en pocas ocasiones se nos da la historia de la infancia de algún personaje. Por lo general aparecen en la historia cuando ya son mayores. Adán y Eva fueron creados por Dios ya adultos y responsables.
Pero de ahí en adelante, había una guía que Dios había establecido: Los diez mandamientos. Los primeros cinco son para que los hombres aprendamos cómo amar a Dios. Los siguientes para que sepamos amar a nuestro prójimo.
El primer mandamiento de la segunda parte del Decálogo bíblico es: Honra a tu padre y a tu madre. Esta es la base de una sociedad sana y recta. Hay padres que no saben cómo criar a sus hijos.
Los dejan todos golpeados por dentro y a veces también por fuera y ellos a su vez, cuando son adultos, maltratan a sus hijos de la misma manera en que ellos fueron instruidos.
Se está dejando una herencia de enojo, rencor, amargura, mentira, gritos y más, de tal manera que los padres pasan a sus hijos lo que sufrieron a manos de sus progenitores. Arrastran emociones y heridas que vienen cargando de generación en generación.
¿Qué podemos hacer?
Comenzar un nuevo orden de vida. Con la ayuda de Dios la ternura y no los gritos, la mansedumbre en vez del odio y rencor, el orden y disciplina en vez del desorden y la anarquía pueden ser la norma. Aunque no es fácil, es posible.
¿Cómo se puede lograr?
Aceptando que se está nadando contra corriente.
Enseñando a los hijos a honrar a sus padres desde que son pequeños. El respeto y la honra no son comunes en estos días.
Mostrándoles amor al reconocer que los hijos son un regalo de Dios.
Respetándolos y animándolos cada día.
Buscando darles oportunidades que quizá los padres no tuvieron.
Siendo responsables con los gastos de manutención, educación y recreación sana.
Poniéndoles límites sanos.
Presentándoles oportunidades de crecer. Por ejemplo la música y el arte son cosas que les ayudarán a madurar emocionalmente, superarse intelectualmente y desarrollar destrezas que les serán útiles toda la vida.
Teniendo mucho cuidado de no aplastar, amargar, envenenar o destruir su espíritu que es frágil. Más bien, darles herramientas para ser fuertes.
Dando ejemplo sano como padres con lo que vemos, leemos y practicamos. Los hijos son grandes imitadores.
Recordando que nuestros hijos son los líderes del futuro en la familia y la sociedad.
Había un hombre que vivía junto a una cantina. Le quedaba tan cerca que hizo una senda de su casa a ella. Un buen día, su chiquito siguió sus pasos.
Al darse cuenta el papá decidió cambiar el rumbo de su caminar. Comenzó a ir a una Iglesia donde aprendió de la Biblia. Ahí también lo siguió su hijo.
Cuando Cristo dijo: “Vengan en pos de mí”, nos invitó a andar por un camino excelente que termina en el cielo. La invitación está vigente. Entreguemos nuestra vida a Cristo y sigámoslo para que nuestros hijos también lo conozcan personalmente y le sigan toda la vida, cambiando el rumbo de las generaciones.