De películas y caballos

Foto por Diana Gómez

Foto por Diana Gómez

Se ha reportado que los niños que ven muchas películas violentas tienen falta de concentración en sus estudios

Por Laura Castellanos

Hace unos meses, mi esposo y yo fuimos al cine para ver una película ganadora del Óscar. Por la sinópsis, supusimos que sería una cinta con temática para adultos. Estaba calificada como apta para mayores de 15 años, pero aun así, fue demasiado gráfica y violenta, y desviamos la mirada en algunas escenas.

Pero lo que más nos preocupó fue que frente a nosotros estaba una familia con dos niños entre los 8 y 10 años de edad. ¿Qué hacían ahí?

Podríamos culpar a los padres o a los encargados del cine por dejarlos pasar, pero quizá los padres digan: «Yo dejo que mis hijos vean todo tipo de películas para que estén preparados para el mundo real». Entonces, ¿para qué existe la clasificación en las películas?

Se ha reportado que los niños que ven muchas películas violentas tienen miedos nocturnos, pesadillas recurrentes y falta de concentración en sus estudios. Por otro lado, los psicólogos comienzan a temer que la exposición continua de los niños a la violencia provoque que se vuelvan insensibles al sufrimiento humano.

Pensémoslo así: las películas contienen cada vez más horror e imágenes gráficas de violencia y sexo. Los cineastas se han vuelto expertos en mostrar cuerpos mutilados y los efectos especiales logran aun más detalles de los que necesitamos.

Los niños no tienen los mecanismos de defensa de un adulto, que logran separar la realidad de la ficción. Debido a que ellos piensan de manera concreta, perciben lo que ven en la pantalla como real.

La pregunta entonces es: ¿por qué permitimos que vean películas que no deberían? Tal vez porque es cómodo. Como nosotros queremos ver la película, permitimos que ellos lo hagan también. Quizá sea la presión de grupo. Los primos o hermanos mayores tachan de miedosos a los más pequeños. No queremos quedar mal con la familia extendida.

Lo cierto es que cada padre es responsable de lo que ven sus hijos. La siguiente anécdota me sirvió para formar una postura familiar.

Una mujer vivía cerca de una granja donde tenían varios caballos. En las mañanas le encantaba asomarse y observar a los corceles correr por el campo. Pero en ciertas épocas del año, les colocaban máscaras o antifaces y eso a ella le enfadaba, así que acudió al encargado y le reclamó:

—Pobres caballos, no pueden ver. ¿Por qué los maltratan de esa manera?

Él le mostró que los antifaces estaban hechos de una malla que permitía que los animales vieran.

—Entonces ¿para qué se los ponen?

—Para evitar que las moscas les causen enfermedades, algo muy común en esta época del año.

La mujer se quedó callada. Ella había pensado que los dueños les hacían un mal, pero más bien estaban protegiendo a los caballos para que no quedaran ciegos.

En ocasiones, la sociedad nos tilda de “padres exagerados y anticuados” porque no permitimos que nuestros hijos vean ciertas películas. Creen que los traemos con una máscara o un antifaz, pero en realidad es una malla protectora con la que los protegemos de las «moscas» que pueden contaminar su mente, corazón y espíritu.

Una imagen habla más que mil palabras. ¿Cómo puede un pequeño procesar lo que nosotros ni siquiera logramos explicar? 

Por amor a nuestros hijos, tomemos en cuenta la temática y clasificación del contenido, antes de exponerlos a mentiras disfrazadas de verdad y a realidades que no están listos para procesar.


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