Es fácil educar hijos ajenos

Foto por Regina Rodríguez

Foto por Regina Rodríguez

A veces es mejor oír antes de dar consejo

 Por Laura Castellanos

Dejando a un lado la Biblia que estaba leyendo, la tía Vicky observó a mi niño de tres años en pleno berrinche, y cuando él se calmó, ella  suspiró: «Bien podría decirte que si fuera mi hijo haría esto o aquello, pero es fácil educar hijos ajenos».

Muchos somos expertos en ofrecer consejo acerca de los hijos de otros, y ver desde afuera, lo que en nuestra opinión está mal o puede ser corregido. Sin embargo, cuando se trata de nuestros hijos, no solo nos cuesta recibir sugerencias sino que nos encontramos con que la maternidad es más difícil de lo que parece.

A veces es mejor oír antes de dar consejo. Así que mi tía Vicky observa, calla y escucha. Ella tiene 80 años y no solo es una mujer agradable y conversadora, sino sabia y paciente con las madres novatas como yo.

En el transcurso de los días de mi visita en su casa, sus palabras me nutrieron y llenaron. Qué bálsamo resulta para una madre de niños pequeños, escapar un fin de semana al hogar de mujeres sabias que acogen, abrazan, escuchan, comprenden y comparten su experiencia.

Aún recuerdo algunas de las sabias palabras que recibí durante esa visita y hoy quiero compartir contigo un par de ellas:

Enfócate en una cosa.

Mi tía Vicky me recordó que la disciplina es un paso a la vez. «Dime: el día de hoy, ¿qué es lo que más te preocupa de lo que hace tu hijo?».

La respuesta me pareció sencilla: que se tire al suelo en lugar de hablar. «Entonces, enfócate en eso por ahora. Algunas otras cosas pásalas por alto, como el cepillado de los dientes, las discusiones con su hermana o los tenis sobre el sillón. Cuando él logre controlarse y comunicar su descontento, elige el siguiente paso y enfócate en eso».

Cuando las palabras se acaban, a veces debe venir el castigo.

Hoy por hoy la disciplina física se ha malentendido. Los abusos y las diversas ideas de disciplina nos han hecho sentir culpables por usarla o no usarla. Sin embargo, esta frase me parece certera.

Mi tío Daniel le advirtió a sus hijos que solo usaría la vara (la cual colgó en un lugar alto del cuarto) cuando las palabras resultaran insuficientes. Sus hijos escucharon, pero quizá no lo creyeron, hasta que un día, uno de los berrinches escaló de tal modo que las palabras se agotaron. Entonces bajó la vara y comprendieron que sus padres hablaban en serio.

Solo han usado la vara con uno de sus hijos en dos ocasiones y él ya tiene dieciséis años. Esto nos muestra que la disciplina física siempre debe ser el último recurso. La clave está en castigar cuando se han agotado las otras opciones, y como siempre, hacerlo todo con amor.

Qué alivio sentí al no ser juzgada, sino abrazada. Ojalá hubiera más tías Vicky a nuestro alrededor. Y espero que yo, cuando lleguen más canas y más experiencia, pueda ser un refugio para otras madres que apenas empiezan.


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