La instrucción salva vidas

Foto por Andrea Hernández 


Foto por Andrea Hernández 

Hagamos una lista de los peligros que asechan a nuestros hijos y planeemos cómo instruirlos para enfrentarlos

Por Gina Raudry de Almazán

Hace tiempo vi unos videos de padres enseñando a sus bebés a nadar. Era impresionante cómo se movían en el agua sin miedo. Poco después me compartieron uno más que me hizo pensar mucho en el valor de la instrucción. En este último, sale un bebé de una puerta hacia el área de la alberca, se acerca demasiado al intentar sacar un juguete y cae al agua. El niño comienza a nadar, saca su carita del agua y le habla a su mamá dos veces. Ella no lo escucha y el pequeño continúa nadando hasta que llega a la escalera y sale del agua muy tranquilo. ¡Sorprendente! 

Estas imágenes me hicieron pensar que los padres les salvamos la vida a nuestros hijos cuando los instruimos. Por lo general queremos protegerlos del peligro alejándolos de él, cuando lo que tenemos que hacer es enseñarles a enfrentarlo.

Con frecuencia y sin darnos cuenta los hacemos temerosos al decirles: "no hagas esto porque te vas a caer, a cortar, a quemar" y más. Hacer esto los pone en peligro porque les infundimos miedo, en lugar de instruirlos para resolver la situación difícil cuando se les presente. Lo más sabio es invertir el tiempo necesario para enseñarles cómo bajarse de la cama, usar las escaleras o las tijeras (al inicio sin filo). Cuando son más grandes es importante mostrarles cómo encender la estufa para calentar alimentos o elaborarlos, a conducir una bicicleta o manejar un automóvil. 

El peligro se debe advertir pero no hacer mucho énfasis en él. Cuando señalamos primero todo lo malo que les puede suceder, los hacemos inseguros. Algunos niños tienen un temperamento más arriesgado y lo van a intentar, con la probabilidad de sufrir un accidente porque lo hacen solos. Otros son más introvertidos y no lo intentarán porque les hemos hecho ver que todo es difícil y peligroso.

Recordemos que la instrucción tiene varios pasos: primero se muestra la acción completa, después se les pide que lo hagan con uno, el siguiente paso es que lo hagan ellos bajo supervisión y por último solos. Nos sorprenderemos cuando comiencen a hacer mejor las cosas que nosotros. No nos sintamos mal pues esto indica que hemos hecho un excelente trabajo. Es injusto que regañemos a un niño por no hacer las cosas bien, si nunca nos tomamos el tiempo para enseñarles a hacerlo. 

Hagamos una lista de los peligros que asechan a nuestros hijos y planeemos cómo instruirlos para enfrentarlos. No les transmitamos nuestros miedos. Tal vez nosotros no sepamos hacerlo porque nunca nos enseñaron o tuvimos una mala experiencia, pero no tiene que ser igual para ellos. Nuestra misión es adiestrarlos o apoyarnos en otras personas para que lo hagan por nosotros.

La Biblia nos habla de una madre sabia que preparó a su hijo para enfrentar la vida solo. Lo hizo en los primeros años que estuvo con ella. El primer libro del profeta Samuel en el capítulo uno, nos narra esta historia. Ana anhelaba con todo su corazón tener un hijo y cuando Dios se lo concedió, ella en gratitud lo consagró a su servicio. Tomó los primeros años de la vida del niño para instruirlo.

Podemos inferir que le enseñó a amar a Dios y a aborrecer el mal. Aunque estuvo rodeado de malos ejemplos mientras crecía, continuó fiel en su servicio a Dios. También vemos que le enseñó a someterse a la autoridad. Como era un hijo muy deseado podría haberlo sobreprotegido y superconsentido, pero no fue así. El niño Samuel fue sumiso a la autoridad del sacerdote Elí y obediente a Dios toda su vida. Cuando enseñamos a nuestros niños a obedecernos, los estamos preparando para que en el futuro sepan obedecer a Dios y así reciban las más grandes bendiciones de su mano.

Recordemos lo que un sabio dijo: “Para tener la atención de un niño, primero tienes que tener su corazón”. En sus primeros años un pequeño no entiende el lenguaje figurado y aprende por todo lo que ve, toca y huele. Así que cuando le hablamos de amor, no lo puede entender hasta que se lo demostramos. ¿Cómo? Pasando tiempo a su lado, dándole atención, instrucción y afecto. Este tiempo será algo que nos unirá a su corazón y creará los recuerdos más preciados de su vida. De esa manera también podremos instruirlo en otras áreas. Confiará en lo que le mostremos porque sabrá que lo amamos. 


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