¿Qué hacer con los problemas de aprendizaje?
Más del diez por ciento de los escolares tienen problemas para aprender
Por Gabriela Quijano
Más del diez por ciento de los escolares tienen problemas para aprender. Desgraciadamente, a estos niños los han etiquetado de flojos, tontos o irresponsables cuando en realidad no son tal cosa. Por lo general se la pasan tomando clases particulares por las tardes cuando se acercan los exámenes, y así muchos logran salvar el año escolar. Pero esta historia se repite una y otra vez hasta dejar exhaustos a padres e hijos.
Lo peor es que el problema de fondo, el que da origen a todo esto, permanece intacto. Estos niños poseen una inteligencia que va de normal a superior. Entonces, ¿qué pasa? Si son tan inteligentes, ¿por qué no se ve reflejado en sus calificaciones?
La respuesta es que se puede tratar de un problema de aprendizaje con o sin déficit de atención asociado, o bien un déficit de atención a solas. Como terapeuta de aprendizaje, quiero señalar en primer lugar que se trata de dos cosas completamente diferentes.
Los problemas no tienen que ver con la inteligencia sino con una percepción defectuosa de los estímulos visuales y auditivos, además de dificultad para razonar las matemáticas, para expresarse verbalmente y por escrito, para leer y comprender lo que se está leyendo, caligrafía ilegible y una memoria pobre. Si una o varias de estas habilidades están alteradas, en consecuencia también el aprendizaje se ve afectado.
Por otro lado, el déficit de atención es resultado de una cantidad insuficiente de neurotransmisores cerebrales, que son sustancias que ayudan a transmitir los estímulos nerviosos de una célula nerviosa a otra. Si no existe suficiente cantidad de neurotransmisores, las consecuencias son principalmente falta de atención, hiperactividad e impulsividad, tres condiciones que afectan el aprendizaje y la conducta del individuo.
El déficit de atención es un trastorno heredado de uno o ambos padres en ochenta y ocho por ciento de los casos. Otros factores de riesgo son: nacimiento prematuro, bajo peso al nacer, tabaquismo materno durante el embarazo, anormalidades del sueño en el primer año de vida, reflujo gastroesofágico o cólicos frecuentes.
El déficit de atención se puede presentar solo o acompañando a un problema de aprendizaje. Es una condición que no se cura pero sí se puede mejorar con el tratamiento adecuado.
¿Cómo son los niños que lo padecen? Algunas de las principales características:
1) Se distraen fácilmente con estímulos irrelevantes.
2) Tienen dificultad para mantener la atención en la clase, en juegos y otras actividades.
3) Les cuesta trabajo seguir instrucciones.
4) Dejan sin terminar sus tareas o actividades.
5) No ponen atención a los detalles.
6) Cometen errores “tontos”.
7) No parecen escuchar lo que se les dice.
8) Son desordenados.
9) Evitan actividades que implican un esfuerzo mental sostenido.
10) Pierden cosas.
11) Son descuidados en su aspecto físico y en sus trabajos escolares.
12) Les cuesta trabajo planear sus actividades.
Sin embargo, ante un proyecto que los estimula son capaces de concentrarse sin ningún problema. El déficit de atención puede o no estar acompañado de hiperactividad, cuyas características son:
1) Movimientos constantes de manos y pies cuando están sentados.
2) Exceso de movimiento tanto de día como de noche (sueño inquieto).
3) No pueden quedarse tranquilamente sentados en el salón de clases o en otros sitios.
4) Corren o trepan en situaciones inapropiadas.
5) Hablan demasiado (verborrea).
En algunos casos, el déficit de atención se acompaña del síntoma opuesto a la hiperactividad que es la hipo actividad, cuando los niños son pasivos y en consecuencia su déficit de atención puede pasar inadvertido.
La impulsividad es la otra característica del déficit de atención. Sus manifestaciones son las siguientes:
1) Dificultad para esperar turno.
2) Contestar de inmediato sin haber pensado la respuesta.
3) Empezar a actuar antes de que se terminen de dar las instrucciones.
4) Interrumpir juegos o conversaciones de los demás.
5) No anticipar consecuencias y no medir el peligro.
6) Deterioro de las relaciones familiares y sociales, generado por su falta de control.
7) Cambios bruscos de temperamento.
Todos estos problemas causan en los niños baja autoestima, ya que la sociedad los rechaza y los considera como lo mencioné anteriormente, tontos, flojos, irresponsables y mal portados.
¿Qué hacer en caso de sospechar que nuestro hijo tiene síntomas de tales trastornos?
En primer término, escuchar con atención los comentarios de los maestros de clase, las observaciones de familiares y personas cercanas a ellos y las nuestras propias.
Segundo, llevarlos a que les realicen un estudio psicopedagógico, con un psicólogo. Ellos son los que interpretan los resultados obtenidos y con base en estos, determinan si se trata de un problema de aprendizaje con o sin déficit de atención o si se trata únicamente de lo último.
Las pruebas también arrojarán datos que sugieren o no la visita a un neurólogo. En caso de que sea recomendable un medicamento, ellos serán los únicos indicados para recetarlos y vigilar sus efectos.
¿El tratamiento? A veces se limita exclusivamente a terapia de aprendizaje y otras veces se combina con los medicamentos recetados por el neurólogo. De ninguna manera se recomienda administrar ningún medicamento sin supervisión médica.
La psicología y la neurología han avanzado notablemente en la detección de estas anormalidades, y ofrecen un sinfín de recursos para poder ayudar a estos niños a superar sus deficiencias y adaptarlos a la obtención de una vida funcional e integral.
¿Conocemos a alguien con estas características? No nos desesperemos, hay esperanza.