¿Ser plantado o ser enterrado? 

Foto por Diana Gómez

Mis emociones no me dejaban ver el propósito de Dios en esta situación

Por Fernanda Reyes

Cuando la angustia abraza nuestro corazón, sentimos que el alma se desvanece entre la tristeza y el dolor. Tendemos a pensar que hemos sido abandonados por Dios y surgen preguntas aplastantes en nuestro interior. 

Hace poco, durante un proceso doloroso, me hice la siguiente pregunta: ¿estoy siendo plantada o enterrada? Estaba tan sumergida en mis emociones que no lograba divisar el propósito de Dios en medio de esta situación. 

Mientras avanzaba en este proceso encontré algunas respuestas a mi pregunta. Lo primero fue que entendí que la diferencia entre pensar que estoy siendo enterrada o plantada se refleja en cómo percibo y proceso el dolor. 

En momentos llegué a tener la sensación de haber sido abandonada por Dios. Sin embargo, reflexioné en que esta creencia era una interpretación subjetiva de mi situación. Creía que estaba siendo enterrada porque la intensidad de mis emociones y el dolor estaban distorsionando mi percepción de la realidad. 

En realidad, confirmé que puedo descansar en la certeza de que Dios nunca me abandona. ¡Es imposible! Y en ningún caso quiere que sea enterrada; por el contrario, me hace un llamado a crecer, para descubrir la paz y la plenitud en su presencia, a pesar de las circunstancias. 

Entonces si estoy siendo plantada y no enterrada, es porque en algún momento he de florecer. Es cierto que el procedimiento de ser plantado es difícil, pero toda la fortaleza y consuelo que necesito se encuentran en mi relación con Dios. 

Dios utiliza las pruebas para dar forma a mi carácter y como un eslabón más para formar su imagen en mí. En medio de las temporadas sombrías decidí enfocarme en que las pruebas son una oportunidad para mi crecimiento espiritual y mi desarrollo personal. 

Por último, mientras atravesaba este proceso pude notar que cada persona tiene reacciones y percepciones muy diferentes frente a la adversidad. Esto responde al contexto y las experiencias de cada individuo. 

En cualquier caso, los tiempos difíciles son una oportunidad única para reflejar, a las demás flores del jardín, el amor que me ha acompañado en momentos dolorosos. Gracias al amor de Dios que me ayudó a ver el dolor como una oportunidad para crecer, puedo acompañar a otros en este camino.

En medio del dolor es difícil recordarlo, pero ahora veo que en cada momento de desesperanza, la promesa de  2 Corintios 12:9 estaba por iluminarse: «…Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo».


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