Una vida dedicada al periodismo cristiano en México 

Conmemorando el legado de Elisabeth F. de Isáis

Por Sally Isáis 

En un póster junto a su escritorio estaba escrita una famosa frase atribuida a Voltaire: «Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo». 

«Mi Dios es más grande que cualquier problema que pueda tener», declaraba un cuadro sencillo frente a su vista.

«Siempre es demasiado pronto para desistir», nos recordaba cada vez que el cansancio o desánimo nos atacaba. 

Elisabeth Fletcher de Isáis fue una mujer brillante, sencilla, elegante, inteligente, creativa, bondadosa y genuina. Tenía el don de hacer sentir importante a todas las personas. Al conocerla por primera vez, algunos pensaban que era más parca que cariñosa, pero al tratarla más y observar su amor y fervor por el Señor y por sus semejantes, se sentían cómodos y percibían la paz de Dios en ella. 

Honesta hasta el último centavo, defensora del débil y del pueblo cristiano perseguido, era cabalmente fiel al Señor Jesucristo. El empuje que tenía por capacitar a otros, tuvo mucho fruto. Nunca buscó que se le reconociera, ni siquiera pensaba en eso. Decía: «Trabajo para el Señor. Él ve mis aciertos y errores. Él ve mi corazón y a Él le tengo que entregar cuentas de mi vida entera».

Cuando enviudó y alguien indagaba sobre si regresaría algún día a su país, contestaba con convicción: «Yo estoy en México porque quiero estar aquí y me quedaré hasta que Dios me llame a su presencia». 

Fue la mayor de tres hermanas y se destacó por ser buena estudiante. Su padre, un talentoso músico y profesor la introdujo al maravilloso mundo de no solo escuchar, sino hacer música. Era concertista de piano y tocaba con gran destreza el órgano. 

Su madre, maestra de matemáticas y educación especial, le inculcó el amor por la lectura y las ciencias exactas. El divorcio de sus padres la marcó profundamente. Sin embargo, como había entregado su vida a Jesucristo desde pequeña, Él la ayudó a salir adelante.

Entró a la universidad de Wheaton College cerca de Chicago, IL a los 16 años, donde se destacó como directora del periódico escolar, el cual ganó varios premios. Cuando se graduó de la maestría en Periodismo de Ohio State University, sus profesores y compañeros decían que algún día sería la directora del New York Times.  

Pero ella anhelaba con todo su ser servir a Dios y después de un año de orar por dirección, un fin de semana fue con su madre a un retiro fuera de la ciudad. Al regresar a su casa en Chicago, mientras viajaba en el tren, Dios la llamó con voz audible y le dijo que se uniera a la Misión Latinoamericana. 

La hermana Liz (como le decían), dejó su patria para servir a Dios como misionera en América Latina. Ya en Costa Rica, conoció y se enamoró de Juan M. Isáis, quien era mexicano. Su historia quedó plasmada en el último libro que ella escribió: Nuestro matrimonio prohibido en el servicio del Señor

Vivieron varios años en países centroamericanos donde trabajaron hombro a hombro dirigiendo y empujando la visión de Evangelismo a Fondo. En cada lugar al que llegaban, ella se encargaba de administrar las oficinas. Además, editaba una publicación periódica que reportaba lo que el Señor estaba haciendo en el movimiento de evangelización nacional.

Cuando Dios los llamó a México, no lo dudaron. Llegaron en 1964 (ya con cuatro hijos) y desde el inicio plasmaron por escrito su visión de ministerio, el cual por gracia de Dios se logró casi en su totalidad. 

Sus hijos de izquierda a derecha: Raquel, Cynthia, Sally y Juan David

De izquierda a derecha: Sally, Juan David, Raquel y Cynthia

Abajo Juan M. Isáis y Elisabet F. de Isáis

Ella cuenta:

Un evento muy significativo en cuanto al ministerio futuro, ocurrió pocas semanas después de llegar a la gran capital mexicana: el desfile y concentración del 21 de marzo en honor a la fecha de nacimiento de Benito Juárez, gran héroe mexicano, indígena zapoteco que llegó a ser presidente de la República y quien en 1874 originó la ley de la libertad religiosa, que hacía posible la entrada de misioneros protestantes al país. (Más tarde nuevas leyes quitaron esta posibilidad).

El  21 de marzo era el único día del año cuando los evangélicos conseguían permiso para celebrar un evento fuera de los templos. Ese día miles de personas asistieron. Al otro día compramos todos los periódicos de la ciudad, buscando alguna nota acerca del evento. ¡Nada! Sólo había información acerca de la concentración llevada a cabo por la mañana del día 21 por el gobierno, a la cual muchos empleados públicos fueron obligados a asistir.

Esta experiencia nos abrió los ojos en cuanto a una de las realidades de nuestro nuevo hogar: En los medios no se tomaba en cuenta para nada a la obra protestante. Los evangélicos simplemente no existían en México. No se les contaba como tales en el censo, ni se les mencionaba en la prensa, ni sus líderes eran respetados de ninguna manera. Por el contrario, se les consideraban “sectas” y gente ignorante.

Fue entonces que Dios inspiró una idea fresca: publicar una columna semanal de información evangélica en uno de los principales periódicos, para que el público pudiera obtener una idea real de lo que ocurría en los templos protestantes en lugar de imaginar que allí ‘adoraban al diablo’, como creían muchos.

Dios no solo inspiró la idea de la columna. También obró de tal manera que Novedades, un diario de circulación nacional, aceptara el plan de incluir la columna cada semana con noticias evangélicas bajo el nombre de Prisma. Empezó a salir en agosto de 1964 con el objetivo de dar información acerca de todo el ministerio en México incluyendo Iglesias de todas las denominaciones, organizaciones paraeclesiásticas, misiones y más. 

Esta columna se incluyó semanalmente hasta 2002 cuando el periódico dejó de publicarse.

Su visión de capacitar a otros se materializó en 1965 cuando comenzó a dar clases de periodismo cristiano dos veces por semana en el Instituto Evangelístico de México. A través de los años siguió dando clases en seminarios e institutos, además de impulsar y discipular de manera personal a muchos jóvenes interesados en el periodismo. 

En mayo de 1969 aprovechó la visita del destacado periodista norteamericano Joe Bayly para organizar el primero de una serie de cursos de periodismo cristiano, actividad que siguió llevando a cabo hasta su muerte. Hacia finales de aquel año, salió por primera vez la revista Prisma, tamaño carta, a dos colores, 36 páginas, 10 mil ejemplares impresos por rotograbado. Llegó a ser una publicación trimestral.

El año 1970 vio el nacimiento de otra publicación, Noticiero Milamex, boletín mensual informativo acerca de «los hechos de Dios de los últimos tiempos» tanto a nivel nacional como internacional. Al principio fue de tamaño carta y se imprimía en un mimeógrafo, pero en el año 2000 cambió a un formato de periódico tamaño tabloide con 14 páginas a cuatro tintas.

Pionera incansable de la comunicación cristiana en México, además de su trabajo con los ministerios de MILAMEX, fue miembro fundador y asesora de la Asociación cristiana de periodismo, el Encuentro nacional de informadores y comunicadores cristianos y el Consejo cristiano de comunicadores, entre otros. 

Hoy en día, la incursión de creyentes evangélicos en todos los medios de comunicación masiva y en las redes sociales, ha crecido exponencialmente. Gracias a Dios se han levantado muchos medios que dan a conocer la persecución de la Iglesia en México y en el mundo. Se han dado pasos agigantados al abrirse muchos canales de comunicación que antes estaban cerrados a los creyentes evangélicos. 

Sin embargo, todavía es necesaria la búsqueda diaria de excelencia, profesionalismo y compromiso en dar a conocer de manera verídica, creativa, franca y clara la Verdad de Jesucristo, quien vino a redimir y reconciliar a la humanidad con Dios, y sigue transformando vidas. 

Nunca dejó de servir con ahínco al Señor y a sus semejantes. Extrañamos a esta gran mujer: congruente con su fe, estilo de vida y llamado, siempre amorosa y servicial. Sus palabras aún hacen eco en nosotros: «Si vale la pena hacer algo, entonces vale la pena hacerlo bien, de manera excelente. Dios no es un Dios de medias tintas. Espera y merece lo mejor». 

El legado de Elisabeth de Isáis y su esposo Juan M. Isáis, sigue dando fruto hasta el día de hoy a través de los diferentes ministerios de MILAMEX y otras organizaciones cristianas que comparten la visión del poder de la palabra escrita y el aprovechamiento de los medios de comunicación para compartir el Evangelio. 


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