Las paradojas del cristiano

Hagamos un recuento de nuestros valores. ¿Qué axiomas determinan cómo actuamos diariamente?

Redacción de Prisma

¿Vamos bien? ¿Somos exitosos? ¿Somos “alguien”?

El mundo nos valora por el carro que manejamos, el trabajo que tenemos, el sueldo que devengamos, la casa que compramos, la ropa que usamos, los títulos que portamos o los viajes que tomamos. Pero los axiomas del cristianismo van en contra de la corriente a nuestro alrededor. He aquí diez ejemplos: 

Nunca somos tan altos como cuando estamos de rodillas. Dice la Biblia en Santiago 4:10: “Humíllense en la presencia del Señor y Él os exaltará”. 

Para vivir, ¡es necesario morir! Dos citas bíblicas: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Juan 12:24), y “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). 

El primero será el último y los últimos serán los primeros. Lo dice Dios en Mateo 20:16: “Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”. 

El que ambiciona ser jefe, debe servir a los demás. Jesús lo dijo en Marcos 10:42-45: “Sabes que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos”. 

Para ganar, hay que perder, según Jesucristo: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lucas 9:24). 

Se vence el mal con el bien. “No paguéis a nadie mal por mal” (Romanos 12:17), “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12:21). 

Es necesario bendecir a los que nos maldicen. “Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis” (Romanos 12:14), “Así que si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza” (Romanos 12:20). 

Para descansar de nuestra carga, es necesario tomar el yugo que nos ofrece Cristo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30). 

Es mejor el sacrificio que el velar por uno mismo. “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:17-18).

 Amar y perdonar no es una opción, es un mandato; no es un sentimiento, sino una decisión. “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:17), “Soportándoos unos a otros si alguno tuviera queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13), “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14-15). 

Hagamos un recuento de nuestros valores. ¿Qué axiomas determinan cómo actuamos diariamente? ¿Calificamos a los demás tomando en cuenta lo que dice el mundo o lo que dice Dios? 

Si el Señor nos examinara hoy, ¿cómo saldríamos? Dice la Biblia en Filipenses 2:5-11: “Haya pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Que la regla de vida que usamos sea la de Jesucristo y no la del mundo.

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