La voz única e irrepetible

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Una de las grandes maravillas del ser humano es cómo Dios nos da a cada quien un ADN singular...

Margarita Hord de Méndez

Estábamos en una reunión de mujeres. Algunas visitas no eran conocidas por todas. Cuando una de ellas compartió un testimonio, de repente se levantó otra del otro lado de la sala y corrió para abrazarla: “¡Eres Mariana!” Habían pasado décadas desde que se habían conocido en un estudio bíblico para universitarias, y por los cambios físicos no se habían reconocido. . . ¡hasta que una de ellas reconoció la voz de la otra!

Una de las grandes maravillas del ser humano es cómo Dios nos da a cada quien un ADN singular, huellas dactilares únicas y hasta voces que nos distinguen el uno del otro. Si nos encontramos con alguien que conocíamos hace años, las arrugas y otras diferencias pueden hacer un poco difícil el reconocernos, pero la voz… sigue siendo la misma.

Jesús nos comparó con ovejas y a sí mismo con nuestro Pastor. “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen”, dijo en Juan 10:27. He visto un video en el que se les invita a varias personas a llamar a unas ovejas que están pastando, y no hacen caso para nada.  

Pero cuando escuchan la voz de su pastor, ¡rápidamente acuden corriendo! En algunos lugares se acostumbra silbarles a los animales. Dios dice también: “Cuando los llame con un silbido vendrán corriendo, porque los he redimido” (Zacarías 10:8).

Sin duda, este concepto funciona en el sentido opuesto. Dios conoce muy bien la voz de cada uno de sus hijitos, y cuando clamamos a Él, se alegra y acude a nuestro llamado.

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