Para los recién casados

Foto por Iraís Téllez

Es necesario poner límites que edifiquen, sin olvidar la honra a los padres

Por Cesia Carrillo Clemente

Llevo seis meses de casada y ha sido una linda aventura. No me atrevería a dar una cátedra sobre el matrimonio, pero sí quiero enfocarme en el tema de la distancia y los límites sanos. 

Mi esposo Juan Carlos y yo, hemos tomado algunas decisiones buscando formar y edificar a nuestra familia, y el siguiente versículo ha sido nuestra guía: 

«Cuando un hombre es recién casado, no saldrá con el ejército ni se le impondrá ningún deber; quedará libre en su casa por un año para hacer feliz a la mujer que ha tomado» (Deuteronomio 24:5 NBLA).

En mi caso, dejé mi ciudad natal, y desde entonces, he visto a mi mamá sólo tres o cuatro veces. Ella ha sido sabia y paciente, pues ni siquiera ha insinuado tristeza o enojo porque no vamos a visitarla.

Ahora la tecnología facilita la comunicación a distancia; sin embargo, mi madre y yo estamos conscientes de que no se puede platicar a diario. Y estamos bien con ello.

¿Ha sido difícil? ¡Sí! ¿La extraño mucho? ¡Claro! Pero cuando se toma la decisión del matrimonio, la dinámica familiar se transforma y da paso a una nueva.

En nuestra cultura existe una frase, quizá muy optimista, que dice: «no perdí una hija, sino que gané un hijo»; «no perdí un hijo, sino que gané una hija». Eso puede ser un pensamiento noble, pero el enfoque está en los padres. Ellos toman el protagonismo, sin reconocer el nuevo rol que ha adoptado la pareja. Y esperan que los recién casados se sumen a la agenda familiar.

Esta frase también refleja melancolía y negatividad con la palabra «perdí», sin comprender que es una nueva familia y que ésta tendrá sus propios intereses y necesidades.

Esta suposición pone en aprietos al nuevo matrimonio, al pensar en todos excepto en ellos y lo que están construyendo. Por supuesto no se trata de mudarnos de planeta o cambiarnos de nombre y apellidos, pero sí es necesario poner límites sanos que edifiquen, sin olvidar la honra a los padres.  

Deuteronomio 24:5 es muy puntual y menciona un año exclusivo para hacer feliz a la esposa. Sin afán de tergiversar dichas palabras, creo que también la esposa debe buscar hacer feliz al esposo.

Aunque nosotros no tenemos que ir a la guerra como dice el texto, creo que es una instrucción para que la pareja, con sabiduría y comunicación sana, tome acuerdos.

Algunos ejemplos son: crear tradiciones propias, asignar fechas especiales juntos, saber cuándo llamar a los padres, determinar qué compartir y qué no; tomar decisiones juntos sin tener que notificar o pedir la opinión de otros. Ser una sola carne. Una unidad. 

Como dice Génesis: «Y el hombre dijo: “Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne. Ella será llamada mujer, porque del hombre fue tomada”. Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Génesis 2:23,24 NBLA).


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