Despertar a un nuevo día
Me asombra la misericordia que Dios tiene con cada uno de nosotros
Por Tatiana Isabel Rodríguez Chacón
Mirar un amanecer para mí es fascinante. Suelo observar cuidadosamente sus colores y la forma de las nubes que contrastan con el paisaje, cosa que ni el mejor pintor podría llegar a plasmar en un lienzo.
Al contemplar el amanecer puedo mirar que ninguno de ellos se parece al del día anterior, cada uno es único en su esplendor. Esto me hace recordar la misericordia de Dios, pues así lo menciona su Palabra: «Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es su fidelidad» (Lamentaciones 3:22-23).
Así como la salida del sol me parece fascinante, igual me asombra la misericordia que Dios tiene con cada uno de nosotros, pues Él «hace salir el sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos» (Mateo 5:45).
Cristo no es alguien que hace acepción de personas. A pesar de cómo somos los seres humanos, nuestro Señor sigue mostrando su amor incondicional cada día, y a pesar de la infidelidad del hombre, nuestro Creador es fiel. Él sigue esperando con ansias que el ser humano proceda al arrepentimiento, y eche mano de la salvación, porque su deseo es que ninguno perezca (2 Pedro 3:9), sino que pasemos la eternidad a su lado.
Cada mañana que suena la alarma del reloj o del celular no pensemos que eso fue lo que nos despertó. Lo que nos permite despertar es la misericordia de Dios, quien nos sigue brindando una nueva oportunidad para vivir, para acercarnos a Él y disfrutar de su presencia. Él nos lo recuerda cada vez que vemos algún amanecer espectacular.
Aunque estemos atravesando por diversos problemas, que son comunes en esta vida, tenemos mucho que agradecerle a Dios. El solo hecho de despertar un día más, es uno de los milagros más extraordinarios que realiza nuestro Señor sobre esta humanidad.
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