La comunicación sin malos entendidos
La confusión en la comunicación es tan grave como lo que le sucedió al pueblo de Israel. Por no entender el mensaje de Dios ¡Rechazaron a su Salvador!
Por Sara Trejo de Hernández
Estuvimos en un campamento como familia y un día se realizó un ejercicio de comunicación. Una pareja se sentó uno frente al otro delante del grupo. Debían elegir un tema de esos que cada vez que sale en la conversación, causa peleas. El propósito era aprender a escuchar para resolver el conflicto.
El tema que escogieron fue que ella trabajara fuera de casa. El maestro dijo que uno debe oír al otro y decir luego: “Yo te escuché decir. . .” y repetir lo que había entendido.
Al final descubrimos cuál era el problema. Cada vez que ella hablaba de buscar empleo fuera de casa, su esposo pensaba en “abandono” y ella en “apoyo económico”. Las palabras eran las mismas, pero el significado era diferente para cada uno.
Para evitar los malos entendidos este ejercicio siempre es útil, porque como dice la Escritura sobre el amor: “No busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor”.
Cuando actuamos con amor, buscamos el bien del otro. Si notamos que pasa algo difícil en la relación, debemos tomar la iniciativa y preguntar qué sucede, escuchando sin reproche. No debemos buscar lo nuestro, ni irritarnos. Reconozcamos nuestra parte y pidamos a Dios que nos cambie. Si el otro es responsable del problema, no debemos guardar rencor.
La confusión en la comunicación es tan grave como lo que le sucedió al pueblo de Israel. Dios les profetizó la venida del Mesías cientos de años antes de que naciera, pero cuando llegó Jesús, los israelitas tenían una idea fija de cómo debía ser y eso les impidió entender y aceptar el claro mensaje del Señor. ¡Rechazaron a su Salvador!
Tengamos mucho cuidado con lo que decimos y escuchamos.