¿Cómo se vive la pobreza?

Foto por por Andrea Hernández.

La pobreza trae consigo una red de efectos muy compleja

Por Mónica Ávalos Alvarado

Todos sabemos que la pobreza es negativa y que siempre ha estado presente. Algunas estadísticas de nuestro país que nos ayudan a dimensionarla son las siguientes:

En México, el porcentaje de personas viviendo en pobreza en el 2020 fue del 43.9 % y en pobreza extrema 8.55 %. Sumado a esto, el porcentaje de población en situación vulnerable por carencias sociales fue del 23.7 % y por ingresos el 8.9 %. Para hacer un contraste, si sumamos estas estadísticas, solo el 23.5 % de la población se considera como no pobre y/o no vulnerable. (CONEVAL, 2020)

Estos números nos dan apenas un bosquejo inicial. Sin embargo, este problema va más allá del aspecto económico. ¿Hemos pensado cómo se ve y se vive realmente? 

Para ilustrarlo mejor veamos unos ejemplos:

  1. Cada día, el pequeño Marco abre la puerta de la alacena con la esperanza de encontrar algo para comer, a pesar de que vez tras vez sucede lo contrario.

  2. Después de la muerte de su madre y el abandono de su padre, Paty, de siete años, y sus hermanitos dejaron de ir a la escuela para vagar de casa en casa en búsqueda de comida. 

  3. Los padres de Valentina se vieron imposibilitados para generar ingresos cuando inició la pandemia, ya que su venta de botanas fue afectada en gran manera. 

Podemos ver que la pobreza trae consigo una red de efectos muy compleja y que sobrepasa lo económico. Por ello podemos deducir que la solución a sus consecuencias no puede ser meramente material.

La pobreza liga a la persona a un estado de vulnerabilidad. Por ejemplo, para muchos de nosotros tener un resfriado implica sentirnos más cansados, acudir a un doctor para recibir medicamento y tal vez pedir un día de incapacidad para recuperarnos. 

Pero para aquellos en situación de pobreza, los efectos se magnifican. Un día fuera del trabajo podría determinar si habrá comida en la mesa o no. Una cita médica quizá ni siquiera sería opción, por lo que además aumentaría el riesgo de desarrollar complicaciones de salud. 

Ahora pensemos en el gran impacto que puede añadir la pandemia, una inundación, un temblor o cualquier otro desastre natural. El grado de vulnerabilidad se multiplica de manera exponencial, así como la sensación de impotencia.

La pobreza también trae consigo un tipo de fatalismo que incapacita a la persona en cada área: cognitiva, social, emocional, espiritual y física. 

En la mente de los niños y adultos prevalecen mensajes como: «No soy capaz», «nunca voy a poder» o «esta será mi realidad por siempre y no la puedo cambiar». Estas creencias anulan los sueños e invisibilizan el potencial de las personas. 

Ante la fragilidad y desolación, el antídoto principal es la esperanza. Es posible contribuir para combatir este problema apoyando diferentes estructuras financieramente. Además, se puede trabajar en brindar oportunidades que fomenten la autosuficiencia, la educación y el acompañamiento, lo cual le permite a los afectados observar perspectivas diferentes y ver oportunidades en lugar de obstáculos.

Los casos mencionados en este artículo son reales. Sin embargo, estas historias no terminan ahí: 

Marco, quien ya es un adolescente, ahora es un habilidoso panadero con un gran corazón. Su sueño es abrir su propia panadería y enseñar su oficio a niños de bajos recursos.

Paty y sus dos hermanitos, ahora cuentan con un hogar y una nueva familia. Fueron adoptados por María, quien abrió las puertas de su hogar a pesar de las dudas que la invadían. Junto con el apoyo de su iglesia local, hoy los niños cuentan con las comodidades básicas para tener una vida digna.

Valentina y su familia ahora tienen una hermosa huerta, que no solo ha ayudado a su negocio de botanas, sino que ha sido una manera de generar su propia comida. En medio de la crisis, han visto la luz de la esperanza. 

Marco, Paty y Valentina son solo tres ejemplos entre los más de 59 000 niños y jóvenes que Compassion de México apoya actualmente de manera integral, a través de iglesias locales en distintos estados del país. 

El nombre de este ministerio viene del origen de la palabra «compasión», que traducido del griego σπλαγχνίζομαι o «Splagchnizomai», significa: «Acción en las entrañas, conmoción interna en el útero o vientre que lleva a acciones externas concretas». Esta definición en su raíz más pura nos enseña que la acción procede de una preocupación profunda por el sufrimiento del otro. 

La compasión fue lo que movió a una persona a darle de comer a Marco y a enseñarle a hacer su propio pan. La compasión llevó a María a tomar la decisión de adoptar a Paty y sus hermanitos para formar un hogar. También fue lo que llevó a un grupo de personas a ayudar a los papás de Valentina a expandir sus horizontes para generar sus propios alimentos.

Es de gran alivio y gozo conocer estas historias de éxito y tener un testimonio de la importancia de actuar y servirnos unos a otros al combatir problemas tan graves como la pobreza. 

Que el conocer la desgarradora realidad de la pobreza no sea sólo para entristecernos y seguir adelante compungidos, sino que nos mueva a la acción.

Si sentimos esa conmoción interna y una incomodidad casi insoportable al conocer este problema, alegrémonos, pues este es el primer paso para convertirnos en portadores de esperanza a otros en medio de su desolación.

Compassion de México, tiene la misión de liberar a los niños de la pobreza en el nombre de Jesús. Para más información sobre este ministerio, ingresa aquí.


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