Cuando las conjeturas de la mente me llevan a pensar en lo peor
Si no fuera porque puedo hablar contigo ya estaría histérica
Por Sally Isáis
Busqué furtivamente entre los rostros a mi alrededor y no estaba.
—¿Qué le habrá sucedido? —me pregunté.
—Quizá tuvo un contratiempo y no pudo salir a la hora, un embotellamiento de tráfico, alguna llamada telefónica, algún compromiso inesperado. No, seguramente me habría avisado.
—¿Se habrá encontrado a alguien? ¿A quién? ¿Quién podría ser, para que no cumpliera su compromiso conmigo? Seguramente esa persona es más importante para él que yo. Pero no es posible; yo sé que soy importante en su vida. Además prometió venir.
—No debo pensar tonterías, debe ser algo sin importancia. Pero… ¿y si le sucedió algo? Quizá tuvo un accidente, o lo asaltaron.
— Oh Dios mío, ¿dónde está? Cuídalo y tráelo con bien. Yo no sé dónde ni cómo está, pero Tú sí. Socórrelo; sé con él.
—¿Qué sería de mí si algo le sucediera? ¿Estará mal herido? Quizá no pueda recordar ni quién es. Me necesita y yo estoy aquí sin saber qué hacer. Padre Santo, dame sabiduría. ¿Qué hago? ¿Por dónde empiezo? Dame tranquilidad para poder pensar con claridad. Ahora sí necesito calmarme. Solo Tú me puedes ayudar, Señor Jesús.
—¿Que no piense lo peor? Pero Señor, no ha llegado. Nunca lo había hecho antes.
—Bueno, tienes razón; es cierto que sí se le ha hecho tarde otras veces, pero ¿qué me asegura que esta vez no le pasó algo?
—¿Que no me preocupe y confíe en Ti? Te diré que es más fácil decirlo que hacerlo. Yo sé que Tú tienes control de todo, pero no sé por qué ahora presiento que algo anda mal.
—¿Que si mi presentimiento viene de Ti? ¿A qué te refieres? Claro que eres un Dios de paz y lo que estoy pensando no me da paz. Por lo tanto… no es de Ti.
—¿Que estoy pecando? ¿Que te pida perdón?
—Está bien, Señor. Perdóname y ayúdame a confiar y solo en Ti. ¿Qué hará la gente que no te conoce? Si no fuera porque puedo hablar contigo ya estaría histérica.
—Sí, Señor, estoy más tranquila. Que sea hecha tu voluntad en nuestras vidas.
—Mira quién viene ahí, Señor. Gracias porque ya llegó. Tú lo sabías, ¿verdad? Qué tonta he sido. Yo haciendo conjeturas y él en camino hacia acá.
—Hola, amor. Ni te imaginas las tonterías que han pasado por mi mente. Pero gracias a Dios, ya estás aquí. ¿Qué te pasó...?