Amor y matrimonio

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¿Cómo sostener y cultivar el amor en el matrimonio? ¿Cómo enriquecerlo?

Por Luciano Jaramillo Cárdenas

El matrimonio es la profesión más importante. Es, sin embargo, la más descuidada en su preparación.

Podríamos mencionar muchas causas del fracaso matrimonial. El ambiente pervertido con su carga de inmoralidad en el cine, en las revistas, la literatura y en la sociedad en general. La educación deficiente y la falta de preparación madura para el matrimonio. La mala conducta de uno o los dos cónyuges. Falta de fe o ausencia de Dios en el hogar y en las relaciones entre hombre y mujer.

Y quizás la más importante: falta de amor.

Las Escrituras señalan como primer deber de los esposos, amarse. De esto parten las otras virtudes necesarias para una vida sana y adecuada de relaciones conyugales: comprensión, perdón, mutua honra y respeto, generosidad, fidelidad, sacrificio y muchas más.

El amor no es solo la base del matrimonio sino el más precioso tesoro que marido y mujer deben defender. Los otros bienes pueden ser escasos, pero el amor debe abundar. Amarse no es solo un deber para los esposos; es una necesidad, un derecho.

Por eso el mejor consejo y orientación que puede darse a una pareja es el de sostener, cultivar y enriquecer el amor.

Sostener el amor

Sostener el amor no es fácil. Tiene enemigos peligrosos. Fuera de la pareja, en la sociedad en que viven, son muchas las tentaciones: frivolidad, amor libre, vicios, malos ejemplos y malas compañías que pueden echar a perder el amor. Dentro de la pareja acechan también peligros como el egoísmo, la inmadurez emocional, la rutina, la falta de fe y de piedad, el descuido de los deberes de esposo o esposa, la sensualidad y mucho más.

¿Con qué se sostiene el amor? Con comunicación, sinceridad, mutuas atenciones, oración, sacrificio. El matrimonio es una mutua entrega.

Amar es darse el uno al otro, a semejanza de Cristo que amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. No se defiende el amor sin renuncias. Es necesaria una buena dosis de humildad, comprensión y sacrificios de uno y otro en el matrimonio para aceptarse como son, aun con sus defectos y caminar juntos en la vida.

Cultivar el amor

No basta sostener el amor, hay que cultivarlo. Amor que no se cultiva se desgasta, se marchita y puede morir. Como la semilla y la planta, el amor necesita atención y cuidados. Entre otras cosas, el amor es sentimiento, ya que viene del corazón. Y toda expresión de cariño físico o espiritual, todo detalle delicado de afecto contribuye a mantenerlo vivo.

Por eso San Pablo recomienda el cuidado en las relaciones íntimas conyugales, como una santa expresión de la unión e integración de los esposos que no son ya dos sino una sola carne. Dice que el marido cumpla con la mujer el deber conyugal y así mismo la mujer con el marido… No os neguéis el uno al otro.

Pero, no solo las relaciones físicas y emocionales son importantes. El cultivo en común de la vida espiritual que mantiene la pareja unida a Dios y afirma las virtudes del alma, es muy importante. Se necesitan tres para el matrimonio: hombre, mujer y Cristo. Cristo como catalizador que mantendrá unidos a los cónyuges, cuando parezca que todos los recursos humanos fallan.

Enriquecer el amor

El amor se enriquece con los detalles del diario vivir. Es un arte sencillo, aunque difícil. Saber darse y aceptarse. Desde el arreglo personal, la higiene, el vestido, hasta el trato delicado, la palabra cariñosa, la atención y la gentileza juegan papel importante en este enriquecimiento del amor.

Pero quizá más importante es el aspecto moral. La consagración al hogar en la mujer que por encima de todo debe ser ama de casa, madre solícita, mujer hacendosa y diligente. Y por parte del hombre, la responsabilidad y el cumplimiento.

La mujer busca a un hombre que la respalde y le dé seguridad con su trabajo, que le sea fiel, leal, vea por el hogar y el bienestar de sus hijos. Vicios y pecados como el alcoholismo, el juego, la fornicación y el adulterio conspiran contra el amor, crean inestabilidad en el hogar y en las relaciones matrimoniales y pueden llevarlos al desastre.

Son muchos los consejos que podrían darse para enriquecer el amor de la pareja, como el huir de la rutina, buscar creativamente nuevas formas de expresión de los sentimientos, divertirse juntos sanamente, sacar tiempo para los dos y para los hijos, pero sobre todo, cultivar una intensa vida espiritual de unión con Dios a través de Jesucristo.

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