De la bipolaridad a la rendición a Cristo

Escuchaba ruidos en mi casa que nadie de mi familia escuchaba

Por Marlene Socorro

A veces pensamos que cuando alguien va con el psiquiatra es porque está loco o algo muy grave está pasando. Desde los 22 años he tomado medicamentos psiquiátricos. Me diagnosticaron bipolaridad, pero antes de ello, tuve otros padecimientos, como depresión y esquizofrenia. 

Me costó mucho trabajo aceptar mi enfermedad. Pero es lo primero que tuve que hacer para seguir adelante con mi vida. Y el hecho de caminar con el Señor, me ayudó mucho, no nada más a sobrellevar la enfermedad, sino a superar los desafíos que vienen con ella.

En el 2000 me enfermé por primera vez. Tenía muchos síntomas de depresión, dolor de cabeza, mareos y hasta llegué a perder la noción del tiempo y de la realidad. Me creía una diosa, quería cambiar el mundo y estudiar muchas carreras. Además, escuchaba ruidos en mi casa que nadie de mi familia escuchaba. 

De pronto, de sentirme la más inteligente, pasé a perder el ánimo por la vida. Estaba perdida, sin ningún propósito, sentía que no tenía valor, que no era nadie. 

Fueron entre ocho y diez medicamentos los que tomé durante los primeros 10 años del tratamiento. Tuve varios intentos suicidas. Hasta llegué a escribir mis últimas palabras a mi familia y todo lo que quería que hicieran después de mi muerte. 

En el 2010 ingresé a un lugar psiquiátrico, pero solo estuve cinco días. Tuve el valor de buscar una transformación en mi vida, y un año más tarde conocí al Señor Jesucristo en una iglesia cristiana. 

Mi vida cambió mucho y el amor del Padre lo percibí con mayor presencia en mí y en los de mi alrededor. Mi amor hacia Dios creció, al igual que el amor hacia la vida misma, y comencé a disfrutarla. Desaparecieron los pensamientos suicidas. Me encontré a mí misma y mi valor a través de Dios.  

Empecé a escribir en una revista cristiana y fue muy bueno y terapéutico para mí. Publicaron por primera vez mis poemas en mi universidad. Y años más tarde, en plena pandemia tomé varios cursos de escritura. Me he vuelto una escritora aficionada; ha sido tan reconfortante. 

Mi salud mejoró drásticamente desde las publicaciones de mis escritos. El psiquiatra tenía razón cuando me recomendó mantenerme activa en alguna actividad que disfrutara. Gracias a su consejo  mi vida tomó otro rumbo.

Leer la Biblia y escudriñar la Palabra cambió mi manera de ver mi propia existencia. Se despertó en mí una gran convicción para orar todas las mañanas, y me convertí en otra persona; fue como volver a nacer. 

Pude lograr cosas que me parecían imposibles y me atreví a hacer cambios drásticos. Mi anhelo es que otras mujeres que estén pasando por lo mismo que yo he vivido, encuentren esperanza en el Señor, en sus promesas y en su voluntad. Vale la pena pelear por aquellos sueños que Dios quiere cumplir en nosotras.

Ahora ya puedo verme en el espejo y decir: «¡Soy la mujer más plena!», porque ahora sé que los sueños del Padre para mí son perfectos. Él tiene sus propios caminos, y es mi tarea hallarlos y andar en ellos. 

Sólo por este amor del Señor es que ha valido la pena cruzar por todo el sufrimiento por el cual yo pasé. Él salvó mi alma y también salvó mi vida aquí en la tierra. Pude haber terminado con mi existencia pero Él me ha restaurado. Aunque sigo teniendo luchas en mi vida: ¡Sé que Dios jamás me defraudará!


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