Siempre… Mujercitas

Descubre la importancia de esta historia

Por Laura Castellanos 

Uno de los primeros libros que leí de niña fue Mujercitas. Desde entonces las cuatro hermanas March me han acompañado. Lo he vuelto a leer en diferentes fases de mi vida: como adolescente, joven y madre. Cada vez he encontrado nuevos detalles que me recuerdan lo hermoso que es ser mujer.

Esta historia nos relata la vida de cuatro mujercitas. La narración inicia con un regalo especial para cada una. Un libro que las guiará por el camino de la fe y la vida: El progreso del peregrino. 

Meg es la hermana mayor. Personifica a una chica laboriosa y que conoce su lugar. Aunque no por eso carece de luchas. Entre otras cosas, detesta ser pobre y usar vestidos de segunda mano. 

El encanto de Meg está en ser la primera en casarse. Su boda marcará la pauta para las demás hermanas. Ellas, por supuesto, son sus más grandes porristas, pero también las más celosas. 

Meg es ama de casa por excelencia. Pareciera que no aspira a más. Cuando se le presenta la oportunidad de convertirse en una persona rica e importante, como su amiga Sally, ella desecha esa idea y decide que prefiere dedicarse al hogar. 

Después de eso leemos que Meg termina viviendo en una pequeña pero pintoresca casita, atendiendo a su esposo y más tarde criando a unos gemelos y a una niña. Es lo que ella deseaba pero aún así, Meg de repente estalla por cosas pequeñas como un guante perdido o una cena quemada. ¿Nos suenan familiares sus problemas domésticos?

Jo es la segunda y la que más parece destacar. Su carácter es fuerte y es intrépida y voluntariosa. Se comporta como un «niño», pero a pesar de sus travesuras, Jo es la que más defiende su hogar. 

Se sacrifica por su padre y se duele al ver que el casamiento de Meg romperá con la burbuja de amor filial. Jo se da a los demás, como a su hermana Beth, y en su corazón encontramos vez tras vez el perdón. 

Jo es también una ávida lectora y una escritora que sueña con crear nuevos mundos y personajes. En algún momento pareciera ser la futura solterona de la familia, pero a su tiempo encuentra el amor, no en el chico guapo y rico de un cuento de hadas, sino en un humilde profesor de alemán que es mayor que ella. 

En Jo se refleja ese deseo de alcanzar nuestros sueños. Al principio quiere escribir para ganar dinero, pero entiende que no necesita rebajar su arte con cosas góticas y de terror tan solo para ganarse algunos adeptos y unos cuantos dólares, sino que aprende a usar su pluma por amor.

Beth es la tercera hija. Para muchos Beth es un personaje menor, pero para mí, Beth es una heroína. Su timidez se percibe entre los capítulos, pues poco se deja ver. Sabemos que es callada y la mayor admiradora de Jo. 

La encontramos sumida en su música, practicando el piano y deleitando a los demás. La vida le regala la dicha de un piano y de ver a su padre en casa, pero su interés por los demás le trae, a final de cuentas, la enfermedad que la lleva a la tumba. 

Sin embargo, vemos en Beth una profundidad que no encontramos en las otras tres. Lo que en un momento podría juzgarse como falta de personalidad, ¿no será más bien fortaleza interior? 

Meg no hubiera querido morir sin antes casarse, ni Jo antes de publicar su primer libro, ni Amy antes de crecer. Beth, sin embargo, parece estar lista. ¿Por falta de ideales? ¿Por falta de sueños? ¿No era su música suficiente motivo para soñar con la fama? 

Para Beth hay algo que siempre será más importante: el hogar. Ella vive en el presente y está completa, y quizá por eso,  se le concede primero el privilegio de ir al hogar eterno a descansar.

Amy es la más pequeña. Quizá es la menos favorita porque es la que más se parece a la mayoría de nosotras. Ella es bonita, vanidosa y egoísta. Quizá ha sido muy consentida por los mayores en casa. Pero también está su arte, por medio del cual se desea expresar. 

A Amy la arrancan de su hogar al enviarla lejos de casa cuando Beth se enferma. Tal vez no imaginamos lo mucho que padeció al no estar ahí en esos momentos. Amy se casa con el chico que roba cámara durante la novela. 

Algunos pensaríamos que la autora decide juntar a sus dos personajes consentidos en un arranque, pero más bien creo que Amy, quien debió tener muchos admiradores en Europa, elige lo más cercano a su corazón y a su familia. Más tarde, Amy se establece en un bello lugar donde otros pueden ir y venir para crear y disfrutar del arte. Allí tiene a su pequeña hijita, Bess, quien trabaja junto a ella con una gran sonrisa.

Me he preguntado si la mujer perfecta tendría un poco de cada una de las mujercitas: la practicidad de Meg, la creatividad de Jo, la sensibilidad de Beth y la vivacidad de Amy. ¿O acaso sería mejor la historia sin una de ellas? 

La respuesta es ¡no! Cada personaje hace posible la historia. Todos los integrantes de una familia somos especiales, diferentes y únicos, aún con nuestros defectos, ¡y esto nos da un motivo para celebrar!

Para las que somos madres, hay buenas noticias. El libro Mujercitas estaría incompleto sin la figura central de esta historia, y no es Jo. Es una persona tras bambalinas, que aparece y desaparece de la trama, pero que en realidad funciona como el pegamento que une ese hogar: Marmee, la madre.

Marmee es el modelo que sigue Meg para ser un ama de casa, es la que anima a Jo a luchar por sus sueños, es la que aquieta el corazón de Beth y la que disciplina a Amy con ternura. 

Marmee es el ideal que las cuatro persiguen, la madre que las cobija por las noches, aquella que ha creado ese hogar que las cuatro, a su modo, protegen y añoran. Sin embargo, Marmee no es una mujer perfecta. 

Pero, ¿qué es lo hace Marmee para que su hogar sea un refugio?

Marmee acepta a sus cuatro hijas como son. Conoce sus debilidades y fortalezas, provee un espacio de libertad para crear e inventar. Tiene principios bíblicos inalterables y establece límites que no se pueden traspasar. Marmee ama intensamente a su esposo y a sus hijas. Marmee llora y ríe. Marmee es simplemente mamá.

Así que como madres tenemos todo en nuestras manos para hacer de nuestros hogares un refugio y un lugar de amor. Leamos Mujercitas, y al hacerlo notemos las palabras y actitudes de Marmee, así como su presencia invisible. Aprendamos de ella esas sutiles pero poderosas lecciones sobre el valor de ser mujer. 


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