Lo especial de la palmera
Un árbol que crece aun en los desiertos porque su savia fluye por el centro del tronco
Por Susana Chow Pangtay
La mayoría de los árboles se nutren de la savia que fluye muy cerca de la superficie de su tronco. Por eso, pueden hacerles injertos de otras especies.
Pero cuando se le hace un corte al tronco, de solo una pulgada de profundidad, el árbol se seca, porque pierde toda su savia. Difícilmente puede sobrevivir en condiciones extremas porque sus nutrientes, por fluir tan superficialmente, son muy vulnerables a cualquier cambio climático.
En contraste, la palmera es un árbol que crece aun en los desiertos porque su savia fluye por el centro del tronco. Por eso no se le pueden hacer injertos. Sus nutrientes circulan en la profundidad, bien protegidos, lo que permite que se mantenga el árbol verde y lleno de fruto aun en condiciones extremas.
Así es que el salmista dice que el “justo fructificará como la palmera” (Salmo 92:12), pues el que está en Cristo no se nutre de su astucia, voluntad o emotividad, producto de su Yo, sino que su fortaleza surge del interior, de su vida espiritual al aplicar la verdad expresada por el apóstol Pablo a los gálatas: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí, y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
El poder con que se mueve el cristiano que aplica la Cruz en su yo, permite que la savia del Espíritu Santo nutra su vida a través de su espíritu. Por eso puede fructificar en su vejez y en cualquier situación difícil, permaneciendo como árbol verde que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae.