¿Cómo enseñar valores a nuestros adolescentes? 

Foto por Marian Ramsey

3 consejos prácticos para lograr esta tarea

Por Velina Rivera de Amaro

—¡Vamos, no puede ser tan malo! —le dijo la compañera a la chica tímida de hasta atrás de la fila, en el salón. —¡Vamos! Tu mamá no tiene por qué enterarse de lo que harás. 

Dentro del corazón, que por cierto palpitaba como caballo desbocado, una vocecita lejana pero clara, decía: «No, no lo hagas». Así que tartamudeando y con voz temblorosa, la chica dijo: 

—No, no lo haré. No iré a esa fiesta.

Al instante se sintió aliviada de salir de la situación tan crítica, aunque al mismo tiempo pensaba que le gustaría ir. 

Al otro día toda la escuela hablaba de una sola cosa: ¡la terrible fiesta! y de todo lo mal que estuvo. Chicos más que perturbados por los acontecimientos estaban en la oficina de la orientación escolar acompañados de sus padres. La fiesta se salió de control y todos se habían metido en graves problemas. 

—¡Uff, de la que me libré! —pensó en voz alta la chica al final de la fila. 

Sin saber cómo, ese día la chica estaba empezando a convertirse en una persona que decidía defender los valores con los que fue formada, a pesar de la mirada burlona de los chicos de secundaria. 

En medio de un mundo roto y una sociedad que nunca se sacia, los adolescentes son presionados a inclinarse por determinados patrones de conducta que los hacen parecerse a todos. Los valores quedan diluidos en una cultura que va en una carrera loca por vivir el aquí y el ahora, y asumen que será sin consecuencias. 

Para contrarrestar esto, quiero compartir tres conceptos vitales para enseñar valores a nuestros adolescentes.

1. Un adolescente aprende sobre valores a través de sus modelos más próximos 

Es crucial que los padres estemos cerca de nuestros hijos, en una relación estrecha, dinámica y fuerte, comprometida a ejemplificar los valores que esperamos que ellos a su vez vivan. 

Por ejemplo, si en nuestra familia es valiosa la puntualidad, haremos todo lo posible por ser puntuales. De igual manera, si nuestra vida está sometida a los criterios bíblicos, entonces ellos deben vernos pasar tiempo en la Palabra de Dios. Ellos harán lo que nos ven hacer. 

Si nuestra relación con nuestros adolescentes no es cercana, debemos detenernos, respirar, armarnos de valor para acercarnos a ellos mirando con responsabilidad su frágil corazón. Ellos nos necesitan de su lado en este mundo convulsionado, donde todo es volátil. Nunca es tarde. Nuestros adolescentes necesitan un lugar seguro y como sus padres, somos esa provisión de Dios para ellos. 

2. Un adolescente aprende sobre valores a través de la validación 

Ellos se sentirán cada vez más animados a actuar conforme a los valores que han aprendido, si los elogiamos cuando toman buenas decisiones. 

Aquí me refiero a validar, sin el acostumbrado: «…pero». Si actuaron de acuerdo con nuestros valores familiares, podemos decir: «Te felicito porque tomaste una buena decisión, lo hiciste muy bien, nos sentimos orgullosos de ti». 

Así que definamos con claridad cuáles son los valores que queremos promover en nuestra familia. Celebremos cuando algún miembro de la familia muestre alguno de ellos. Cuantas veces sea posible, compartamos historias breves sobre cómo alguien salió de un apuro actuando de manera congruente y manteniéndose firme. 

3. Un adolescente aprende sobre valores aun cuando los adultos a cargo fallan 

Cuando los adultos fallamos, también podemos rectificar y pedir perdón, entendiendo que el hacerlo no anula el mal momento o la ofensa. 

Si como adultos a cargo pedimos perdón, debemos ser sinceros y comprometernos a hacer todo lo que se necesite para no volver a fallar. Aún más, debemos expresar con claridad que entendemos de qué manera nuestra ofensa los ha lastimado. 

De esa forma hacemos conscientes a nuestros adolescentes de que fallar es completamente posible, dada nuestra naturaleza, pero que al hacerlo debemos detenernos y tomar responsabilidad sobre ello. 

Esto es una base firme para construir una vida con valores sólidos. Las fallas no son una licencia para pecar, sino una alerta para no hacerlo. 

Yo era la chica al final de la fila. Han pasado 37 años desde ese día y todavía de vez en cuando recuerdo ese momento con el corazón lleno de gratitud. Esa vocecita dentro de mi corazón era la voz de mis padres. Su ejemplo modeló en mí los valores que debía perseguir y los antivalores de los que debía huir. 

Pude experimentar que vivir una vida justa y recta trajo a nuestra familia bendición y paz. Hoy puedo ver cómo mis hijos tienen esa vocecilla en sus corazones y este legado de valores es más poderoso que la cultura despiadada que quiere terminar con el último jirón de honra que queda en nuestras generaciones. 

No es mágico ni automático, se siembran cada día pequeñas pero poderosas semillitas en el corazón, y un día veremos preciosos árboles «que dan su fruto a su tiempo y su hoja no cae» (Salmo 1).

Debemos levantarnos en fe y esperanza, siendo ejemplo de valores y así dejar claro a nuestros adolescentes que sí funcionan. Deben ver a través de nuestro ejemplo, que la bondad, la empatía, la paciencia, la gratitud, la sinceridad, la amistad, el perdón, la honradez, la responsabilidad, el amor y la solidaridad no dependen de la moda. 

Dios ofrece bendición sin igual para quien decide vivir bajo los valores inmutables que Él nos da en su Palabra. Sin duda en cada valor hay un hermoso aroma de eternidad.


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