Preparando hijos para la vida

Foto por Diana Gómez

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Eduquemos con el ejemplo

Por Laura Castellanos

Hace unos días leí un artículo escrito por un padre que envió a su último hijo a la universidad. Reflexionando sobre sus aciertos y errores concluye en que debemos preparar a los hijos para la vida y no preparar la vida para los hijos. ¿A qué se refiere?

Muchas veces les damos todo en bandeja de plata: asuntos solucionados, un ambiente protector, una alimentación en abundancia. En pocas palabras, les damos el pescado y no les enseñamos a pescar.

Leí algunos datos interesantes sobre animales en cautiverio.  Aunque no podemos comparar la educación de un hijo con la de un animal, podemos aprender grandes lecciones.

Si el chimpancé, por ejemplo, es criado en cautiverio y es liberado de repente, no sabrá dónde dormir. Está tan acostumbrado a su jaula que desconoce lo que implica dormir sobre las ramas de un árbol.

La grulla blanca está en peligro de extinción, por lo que se cría en cautiverio. Pero si no convive con otras aves de su especie, nadie le enseñará la danza nupcial para reproducirse.

Los titís de cabeza blanca, monos de la selva colombiana, también son protegidos en zoológicos. Lo triste es que no nacen con instinto maternal. Si nunca han ayudado a otros adultos a cuidar de otros bebés, cuando sus crías llegan ignoran qué hacer.

Finalmente, pienso en las orcas que tanto nos deleitan en los parques acuáticos. Keiko, una orca en México, vivió durante 27 años en distintos acuarios, y cuando finalmente la liberaron en las aguas de Islandia, nadó hasta encontrar contacto humano. Ya no sabía cómo cazar su propia comida. Dependía de los humanos para sobrevivir.

Pensando en los hijos, se me ocurren algunas similitudes. Podemos comprarle a nuestro niño pequeño la cama más cómoda y divertida, pero lo importante es enseñarle a dormir sin depender de estímulos externos para lograrlo. El objetivo es que aprenda a dormir donde esté y que madure para lograrlo.

Los hijos también aprenden de nosotros todo lo que hay sobre el cortejo, el amor en pareja y el respeto al cónyuge. Podemos comprarle libros o mandarlo al psicólogo, pero lo que ve en casa será la lección más poderosa, buena o mala, que recibirá.

Nuestros hijos también aprenderán de nosotros a cuidar de los más pequeños. Cada bebé nuevo que llegue es una oportunidad para que los más grandes se instruyan en el arte de la maternidad.

Finalmente, podemos criar niños «Keiko», que aun pasados los años, ya casados y con sus propios hijos, regresen constantemente al hogar, pero no para visitarnos, sino por una dependencia poco sana que no les permitirá cazar su propia comida.

¿Cuál es la solución a estos dilemas? Eduquemos con el ejemplo, transmitamos cultura, pero sobre todo, preparemos a nuestros hijos para la vida real. Démosles herramientas, en pocas palabras, valores, para que sepan sobrevivir en la selva de la vida.


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