Cantidad y calidad

Foto por Diana Gómez

Hagamos de ambas nuestra meta

Por Laura Castellanos

Se nos ha dicho que la calidad es más importante que la cantidad, pero esto no aplica en la maternidad. Hace tiempo leí sobre el tiempo que se dedica a diferentes actividades diarias y me entristeció lo que se habla en referencia a los hijos.

Convivencia con los niños:

Hombres, 12 minutos         Mujeres, 35 minutos

Cuidado e higiene de los niños:

Hombres, 7 minutos           Mujeres, 24 minutos

Juegos y enseñanza de los niños:

Hombres, 6 minutos           Mujeres, 10 minutos

Es triste que el padre es quien pasa menos tiempo con los hijos. Aunque esto es comprensible en los hogares donde el padre sale a trabajar y la madre permanece en casa. Sin embargo, el tiempo que la madre dedica a los niños también resulta preocupante. ¿Solo jugar y enseñar a los hijos durante 10 minutos? ¿Puede uno, en tan poquito tiempo, mostrar a los chicos cómo crear un mundo de fantasía o cómo memorizar las capitales de los estados?

Los padres nos quejamos cuando nuestro cónyuge no pasa tiempo con nosotros. Si durante el noviazgo se nos hubiera dicho que en el matrimonio solo pasaríamos 30 minutos efectivos con el ser amado al día, quizá no nos hubiéramos casado.

La realidad es que nuestra lucha entre lo urgente y lo importante nos hace perder de vista lo esencial. Puede que sea urgente hacer una llamada o mandar un correo. Tal vez parezca importante tener limpia la casa o hacer ejercicio. Pero estamos perdiendo de vista lo fundamental. Nuestros hijos crecen inevitablemente. Jamás volverán a tener la edad que hoy viven. No volverán a hacer ciertas cosas y nosotros nos lo estamos perdiendo.

La cantidad, en definitiva, es tan vital como la calidad. No podemos separar una de la otra. A final de cuentas, convivir con los niños sucede a lo largo del día. Cuando los despertamos con un beso. Cuando salimos a la tienda. Cuando los bañamos y cenamos en familia. Cuando vemos juntos una película, en vez de dejarlos pegados a la pantalla para que no nos molesten. Convivimos al ir por la despensa y al podar las flores juntos; al cocinar lado a lado y pasear en bicicleta.

El cuidado y la higiene de los niños resulta más demandante en sus primeros años. Pero, ¡cuánto disfrutamos el baño del recién nacido o cada cambio de pañal! No volveremos a tener esos minutos de mirarnos a los ojos y decirnos sin palabras que nos amamos. Todas las actividades como untarles crema o cortarles las uñas, proveen el contacto físico que tanto padres como niños necesitamos para profundizar el vínculo.

El juego y la enseñanza de los niños ocurre indirectamente todo el tiempo. Si nosotros usamos la creatividad al realizar nuestras labores, ellos aprenderán que no se necesita mucho para idear cosas divertidas.

Por otra parte, todo el tiempo somos un modelo de conducta. Quizá usamos esos 10 minutos de la encuesta para hablar con ellos sobre decir la verdad, pero las siguientes ocho o nueve horas ellos aprenden a mentir, pues nos ven hacerlo en diversas ocasiones. Así que la mejor enseñanza es el ejemplo.

En estos días recibí una gran lección. Cuando llamaba a mi hijo, él tardaba en responder o decía: «Ahorita». Lo que en realidad significaba: «Nunca o en una hora». Comprendí que yo hacía lo mismo con él, así que me propuse detenerme y prestarle atención cuando él me hablara aunque yo estuviera trabajando en la computadora. Él ahora ha comenzado a imitarme y cuando está en medio de sus juegos ya no me ignora, sino que me observa, escucha y responde.

Cantidad y calidad, hagamos de ambas nuestra meta.


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