De la educación primaria a la secundaria. El acoso y las drogas
Es de suma importancia que nuestra relación con ellos se mantenga fuerte
Por Gabriela Mendicuti Pérez
Cuando los niños avanzan de la educación primaria a la secundaria siempre enfrentarán nuevos desafíos.
Para algunos serán fáciles de combatir y saldrán exitosos. Para otros serán difíciles, e incluso, podrían marcar de manera contundente su vida. Un factor importante que contribuye en ellos a favor o en contra son sus propios cambios tanto físicos como psicológicos/emocionales.
Algunos de estos empiezan a presentarse en la pubertad, que inicia justo entre la salida de la primaria y el inicio de la secundaria:
Cambios masculinos:
Aparece vello facial (bigote y barba)
Posible acné (debido a las hormonas)
La voz falla y se hace más grave
Los hombros se ensanchan
Aparece el vello púbico
Crece el vello en el pecho y la espalda
El cuerpo transpira más
Aparece el vello en las axilas
Los testículos y el pene aumentan de tamaño
El cabello y la piel se vuelven más grasos
Aumenta el peso y la altura
Las manos y los pies aumentan de tamaño
Aumenta el vello en los brazos
Crece el vello en las piernas
Se inicia la capacidad reproductora
Eyaculación
Cambios femeninos:
La piel se vuelve más grasa
Aumenta el peso y la altura
Aumenta el sudor
Rostro más lleno
Posible acné (debido a las hormonas)
Los brazos engordan
Aparece el vello en las axilas
Se destacan los pezones
Crece el vello púbico
Los genitales se engrosan y oscurecen
Aumenta el vello en los brazos
Los muslos y las nalgas engordan
Las caderas se ensanchan
Crece el vello en las piernas
Se inicia la capacidad reproductora
Menstruación
Cambios psicológicos/emocionales:
Los cambios físicos generan en ellos un autoconcepto (cómo se ven y perciben ellos mismos) y una autoestima (cómo se sienten ante lo que ven en ellos mismos).
Es toda una revolución de cambios y despertares, por lo que cambiar de la educación primaria a secundaria para algunos suele ser difícil y complicado. Para los padres es igualmente difícil, pues muchas veces no tienen consciencia de este proceso o no saben bien cómo lidiar con ellos. Los niños en la primaria están más vigilados y cuidados tanto por los padres como por las instituciones.
Al pasar a secundaria se enfrentan a que tienen más materias, horas de escuela, maestros y diversas formas de enseñanza. Tienen nuevos compañeros que vienen de otras escuelas, y ante sus propios cambios físicos y psicológicos/emocionales, tanto padres como hijos podrían perderse en el camino.
Trabajo como voluntaria en un centro de integración juvenil de la Ciudad de México. He podido ver muchos casos de niños que no han podido continuar satisfactoriamente su educación. Los padres dicen que en primaria todo era diferente y que algo pasó al inicio de esta nueva etapa de educación. Al ver que sus hijos pasan a secundaria, en automático empiezan a exigirles nuevos retos, pero no los han preparado para ello.
Por ejemplo: regresar solos a casa, hacer sus tareas ya sin supervisión, utilizar de manera adecuada el celular y, escoger a sus amigos, entre otras cosas. Ante estas nuevas exigencias, los padres piensan que sus hijos responderán en automático porque “ya crecieron”.
Por otro lado, los niños ante sus propios cambios físicos y psicológicos, fortalezas y debilidades, no saben cómo responder a la vida. Unos, con cualidades de liderazgo, no saben cómo canalizarlo y empiezan a formar grupos para ejercer bullying. O empiezan a probar cosas prohibidas para ellos como el cigarro, entre otras cosas.
Otros tienen comportamientos no saludables, como no respetar la autoridad y resienten situaciones que antes no parecían afectarles, como la ausencia de figura paterna o el que ambos padres trabajen fuera de casa, entre otros.
Existen varios factores para que los niños quieran probar algún tipo de droga. La curiosidad, la imitación (ejemplo en casa, amigos de la familia y otros cuando beben alcohol o fuman tabaco o mariguana en su presencia) y el no saber decir “NO” ante la presión y el acoso que reciben dentro y fuera de la escuela.
En los centros de integración juvenil (CIJ) nos llegan casos de niños que han dicho “SÍ” ante este acoso. Las drogas más comunes son: los inhalantes, el alcohol, la mariguana y el tabaco, aunque no por esto dejan de presentarse situaciones aún más peligrosas como el contacto con cocaína y otras.
Ante la necesidad de tener su propio dinero, son víctimas fáciles de convencer para mercadear drogas, dentro y fuera de la escuela, sin imaginar las dimensiones de este negocio.
Los padres llegan a los CIJ llorando. No pueden creer que sus hijos sean drogadictos. Pensaban que todo estaba bien. Tienen sentimientos de culpabilidad. No saben en qué fallaron.
Pero no todos los niños pasan por estas experiencias, están los que enfrentan con éxito sus cambios de la pubertad así como el paso de la primaria a la secundaria.
¿Qué hace la diferencia?
En primer lugar considero que como padres debemos pastorear el corazón de nuestros hijos. Pasar la estafeta de la Fe. Que conozcan a Dios como su Creador, que aprendan a amarlo. Y para esto debemos leerles las Escrituras, llevarlos a la iglesia y compartirles el Evangelio.
“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” (Deuteronomio 6:4-9).
Además de darles herramientas para crear hábitos saludables de estudio y de vida, démosles principios y valores acordes a lo que Dios demanda a sus hijos. Para esto seamos un buen ejemplo: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15).
Invirtamos tiempo con ellos e intentemos que sea de calidad: hablemos con ellos sobre la escuela y sobre sus sentimientos. Escuchemos, tengamos en cuenta sus preocupaciones, miedos y emociones aun cuando nos parezcan trivialidades.
No tenemos idea de los miedos e inseguridades que suelen presentar ante sus propios cambios: sus nuevos compañeros, escuela, maestros, horarios, etc. En mi experiencia el peor momento para estas conversaciones es a la salida de la escuela o cuando llegan a casa. Aprovechemos cuando estén más sensibles para platicar. No permitamos que como respuesta a nuestra preocupación se enojen pensando que queremos controlar todos sus movimientos.
“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). Entablemos una buena comunicación con ellos.
Hablemos de sexualidad en un ambiente de confianza en el que sientan que pueden preguntar sobre cualquier cosa, ante lo que ven de nuevo en ellos y en otros. Conversemos con ellos acerca del alcohol, el tabaco y otras drogas. No permitamos que otros se nos adelanten. Informémonos sobre estos temas.
Aprendamos a detectar posibles signos de bullying: es importante conocer las señales de alerta para descartar que sean víctimas o victimarios. Escuchemos, investiguemos, hablemos con el centro escolar. Establezcamos un canal de comunicación que sea fluido, sincero y bidireccional.
Establezcamos límites en el uso de los medios electrónicos. Recordemos que ellos también son vulnerables al acoso cibernético. Pongamos normas familiares claras y constantes. No olvidemos que estamos criando hijos en una cultura peligrosa.
La industria cibernética ofrece una cultura tóxica. No debemos permitir que crezcan más arraigados a la cultura de las mayorías, que a la verdad de Dios. Proverbios 29:17: "Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma".
Fomentemos en ellos actividades recreativas. Tener hábitos saludables en cuestiones como música y deportes son de gran ayuda. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?" (1 Corintios 6:19) Enseñémosles a cuidar su cuerpo y a honrar a Dios de esta manera.
Ayudemos y enseñémosles a tomar buenas decisiones en cosas simples, como qué horario conviene más para ir al cine, para ayudar en casa, para estar conectado en internet, etc. Empezando con cosas básicas ellos aprenderán a enfrentar decisiones más complejas. “Mejor es el muchacho pobre y sabio, que el rey viejo y necio que no admite consejos” (Eclesiastés 4:13, RVR1960).
Es de suma importancia que cuenten siempre con nosotros y que nuestra relación con ellos se mantenga fuerte. Pero sobre todo que nuestra relación con Dios sea un ejemplo de vida para ellos. No tengamos miedo: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5 RVR1960).
Como padres, nosotros estamos a cargo, no nuestros hijos ni sus caprichos. Con paciencia, amor y cariño ¡seamos firmes! Recordemos que: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11).
Puede ser que nuestro hijo reaccione con una actitud amarga, pero a la larga él mismo sabrá que nuestra firmeza y resolución son una muestra de amor hacia él. No cedamos nuestra autoridad a nuestros hijos.
No nos confiemos. Unas buenas calificaciones o un colegio de prestigio no necesariamente son señales de que todo está bien. Como padres tenemos la responsabilidad ante Dios, respondamos con amor. Proverbios 16:6: "Con misericordia y verdad se corrige el pecado, y con el temor del Señor los hombres se apartan del mal".
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