Esposa o mamá de mi marido

Foto por Diana Gómez

Foto por Diana Gómez

Quiero tener el control. Y no solo en lo que se relaciona con mis tareas, sino en todo lo que me rodea

Por Sara Trejo de Hernández

Yo era una mandona con mi esposo, le exigía que se superara, lo empujé para que estudiara, dirigía su vida. Con los años, él prefirió a una mujer que no lo tratara como a un hijo y se divorció de mí”. Con tristeza escuché cómo mi amiga compartía su realidad. 

Esta confidencia me dejó pensando en que tal vez yo también me comportaba igual y descubrí que muchas veces lo hago.

Hace años, una mañana mi esposo se estaba preparando para salir al trabajo y a mí me pareció que lo que se estaba poniendo no combinaba y se lo dije. Él contestó: “No combina, pero contrasta”. Eso bastó para que nunca más me metiera con su vestimenta. 

Pero no he dejado de intentarlo en otras áreas. Por ejemplo, yo aprendí a manejar antes que él, por lo que me sentía con autoridad de decirle por dónde ir y cómo conducir. 

La verdad es que somos totalmente distintos. Él es muy tranquilo y yo soy un Goofy al volante. Yo quiero poner la direccional dos cuadras antes y él 10 centímetros antes de dar la vuelta. 

Él es súper prudente y a mí me encanta la velocidad. Así que ir juntos en un vehículo implica no estar de acuerdo en nada.

Tuve que pedir ayuda a Dios para que me cambiara y pudiera quedarme callada cuando él estaba al volante, porque mi actitud mostraba falta de respeto y reconocimiento para él, lo cual es garrafal para un varón.

¿Por qué me porto así? Al meditarlo he llegado a las siguientes conclusiones:

Son cosas de mi competencia. En algunas áreas me siento más capacitada que mi esposo, por eso creo que soy la persona indicada para tomar las decisiones. 

Soy una mandona. Me gusta que la gente haga lo que digo sin repelar y si no, me enojo. Aquí también se refleja mi actitud orgullosa, comportándome como superior a todos los que me rodean.

Quiero tener el control. Y no solo en lo que se relaciona con mis tareas, sino en todo lo que me rodea. Los hijos, su educación, tareas, tiempos de recreación. La casa, su arreglo, decoración y reparación. El auto, la marca y el color. Vacaciones, lugar, transportación y actividades a desempeñar. Solo cuando estoy exhausta busco la ayuda de mi cónyuge.

Debo aprovechar mi empoderamiento. Las mujeres somos capaces de hacer cualquier cosa en la actualidad. Podemos ser profesionistas, incursionar en la medicina, la ciencia, la política, trabajar en la policía, el ejército o la marina y todo lo que se nos ocurra. Tenemos ideas y metas a realizar y la capacidad para hacerlas realidad. Pero, ¿existe un límite?

Pablo recomienda “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3).

Considerando este consejo, me voy a detener antes de querer imponer mi punto de vista y pondré más atención a lo que mi esposo expresa o hace.

Total, si toma una mala decisión sin consultarme, lo peor que puede pasar nunca será tan malo como ofenderlo, minimizarlo y hacerlo sentir una criatura pequeña, al lado de su mamita regañona.  


Tal vez también te interese leer:

¿Quieres el control?    (Toma el control de lo que te corresponde)

Un sí verdadero   (Practícalo en el matrimonio)

¿Cómo cultivar tu matrimonio?   (Consejos probados)

Algunas consecuencias de la infidelidad  (Toma tus precauciones)

El marido ideal     (Velo como un test y descubre qué te hace falta)

Fiel como el árbol   (Cualidad importante para el matrimonio)

Consejos para un matrimonio bicultural    (Seguir los consejos nos allana el camino)

Oración por los esposos    (Seamos la ayuda idónea)

Chocolate amargo    (Descubre qué relación tiene esto con el matrimonio)

Mi esposo no habla conmigo    (¿Cómo lo resolvieron?)

10 cosas que aprendí en mi primer año de matrimonio    (Los consejos preventivos, siempre son útiles)

Esposa o mamá de mi marido     (Investiga si te comportas como la mamá en tu relación de matrimonio)

Anterior
Anterior

Una última oportunidad

Siguiente
Siguiente

Perdoné a mi mamá