10 cosas que aprendí en mi primer año de matrimonio

Foto por Gilberto López Ríos

Foto por Gilberto López Ríos

¿Por qué son tan pocas las personas que se expresan del matrimonio como algo bello y honroso?

Por Andrea Hernández de Del Rivero

Una de las experiencias más emocionantes que una mujer puede vivir es cuando el hombre de su vida le pide matrimonio. Es inevitable fantasear e ilusionarse con la boda, el romanticismo al máximo, la luna de miel y el inicio de una gran aventura juntos.

Cuando estaba por casarme, muchos casados me abordaron con una gran variedad de comentarios. Puse especial atención a algunos que iban de un extremo a otro. Unos me recomendaron que disfrutara al máximo mi último respiro de soltería, afirmando que el primer año de matrimonio es el más difícil.  

Afirmaban que con tantos cambios, el proceso de acoplamiento podría desencadenar una interminable lista de problemas, a tal grado que desearía el divorcio en los primeros meses, pero que todo mejoraría con el paso de los años.

Por el contrario, un buen número de personas me dijeron que el primer año es el mejor, pues la pareja se mantiene en un tiempo breve de luna de miel en donde todo es comprensión y romanticismo.

Me recomendaron que no me acostumbrara a ese estilo de vida porque a los pocos meses saldrían a la luz los verdaderos monstruos y el mundo de caramelo desaparecería.

Y yo pensaba: ¿tiene que ser un extremo u otro? ¿Por qué son tan pocas las personas que me animan o se expresan del matrimonio como algo bello y honroso?

Sé que hay muchas parejas que se casan con ilusiones falsas pensando que todo será tan perfecto como una película romántica, y sufren mucho al darse cuenta que no es ningún cuento de hadas.

Tal vez algunos creyeron que yo estaba tan enamorada que no veía la cruda realidad y con una preocupación genuina me aconsejaron así.

Sin embargo, a pesar de mi nula experiencia en matrimonio, era muy consciente de la decisión que estaba tomando. A estas alturas ya sabía diferenciar bien entre el enamoramiento ciego carnal y el amor incondicional que Dios diseñó.

Ahora, después de año y medio de casada, logro entender que cada pareja se casó bajo una mezcla de factores y circunstancias diferentes a las mías y que no tengo por qué compararme. Es suficiente con saber que el matrimonio es sagrado y bueno, porque Dios lo creó. Confío que Él va mostrando el camino por el cual debemos andar.

Mi esposo y yo hemos aprendido lecciones que quiero compartir a los recién casados, a los que están planeando casarse o a los que cuestionan el matrimonio. Son diez cosas que me han sorprendido y encantado del matrimonio. Espero sean de alivio y esperanza:

1. Ser buenos amigos antes de ser novios te ahorra muchas malas sorpresas.

Gracias a que mi esposo y yo tuvimos una amistad genuina (sin otras intenciones) por más de dos años, es que pudimos conocernos a fondo, sin prisa y sin máscaras. Cuando decidimos ser novios, ya conocíamos nuestras decepciones, fracasos, sueños, personalidades y otras cosas básicas. No toda relación tiene que iniciar así, pero sí lo recomiendo bastante.

2. Es cierto lo que dice la gente que la comunicación es clave.

Una fortaleza que hemos desarrollado con el tiempo es el tener la libertad y confianza de platicar por horas. No es fácil expresar nuestras necesidades de amor y respeto, pero entre más intentamos comunicarnos más nos comprendemos.

3. Es posible discutir y disentir sin pelearse.

Los conflictos son inevitables. Aprender a comunicarse bien también ayuda a prevenir discusiones explosivas y sin control, que solo dejan heridas. Por eso es que escuchar antes de hablar es tan relevante y requiere práctica. La empatía y la consideración del otro antes que uno mismo es un gran incentivo para el respeto y amor incondicional.

4. Tener consejería prematrimonial es un gran apoyo.

La verdad es que no fuimos creados para ir solos por la vida, aun en pareja. Es sabio incluir a otros en decisiones tan trascendentes como casarse. Aunque la pareja platique a solas sobre las expectativas de cada quién, habrá un punto ciego e inexperiencia real que no podrán abordar si no es con la ayuda de una pareja de confianza con experiencia. Muchos consejos que recibimos, nos han ayudado a tomar decisiones con buenos resultados.

5. Ahora tengo menos ganas de pecar.

Mi esposo es el espejo en donde veo reflejadas mis fortalezas pero también mis debilidades y mi pecado. No puedo ocultarle nada. Me conoce tan bien que se da cuenta cuando no he tenido contacto con Dios. Y la verdad es que no quiero ocultarle nada. Me causa mucho pesar pensar en hacer o decir algo intencional que lo defraude, lastime o deshonre. Dios es tan sabio que usa a mi esposo para transmitirme gracia cuando caigo, para confrontarme y para frenarme de hacer el mal.

6. Las pruebas siempre serán parte de la vida.

Todo el que conoce a Jesús sabe que la aflicción es inevitable en un mundo quebrantado. Tenía seis meses de casada cuando sucedió el terremoto del 19 de septiembre. A nosotros no nos afectó directamente, pero yo sí entré en un shock emocional que alteró nuestra linda rutina. Él tuvo que vivir mis crisis de ansiedad y confusión por meses.

No fue grato pero hubo enseñanza y ahora estamos agradecidos. Y está bien vivir con incertidumbre del futuro sin temor. No sé si podamos tener hijos, si venga un acontecimiento trágico, ni por cuánto tiempo tendremos estabilidad económica, pero sí sé que Dios nunca nos va a abandonar y si lo permitimos, nos hará crecer en cada prueba.

7. Dios se revela de una manera que no había conocido antes.

No fue hasta que me casé que entendí lo valioso de varias verdades bíblicas. Por obediencia nos abstuvimos de tener relaciones sexuales antes de casarnos y todo cobró sentido al entrar al matrimonio.

También entendí cuán importante es para mi esposo saberse respetado y yo amada, entre otras cosas. Ha sido maravilloso ver cómo Dios provee cuando dependemos de Él. Comprobé una vez más que vale la pena esperar, tener fe y confiar en la palabra de Dios.

8. Nos casamos para pasar tiempo juntos.

Sonará muy obvio pero lo diré de todas maneras. Una de las razones más fuertes por las que una pareja decide casarse es porque desea pasar mucho más tiempo juntos que cuando eran novios. Y sí, de eso se trata, de construir la vida en pareja.

Pero es en serio. Quien quiera unir su vida con alguien debe considerar que las prioridades cambian drásticamente. En mi caso, ha sido favorable porque es muy divertido estar con mi esposo, pues aunque somos muy diferentes, compartimos un montón de gustos e intereses.

No le recomendaría a una pareja casarse si el tiempo juntos como novios tiende a ser aburrido o muy conflictivo. La vida de casados sería una tortura así.

9. Ser intencional todos los días es básico.

Yo no soy la misma persona que hace tres años. Mi esposo y yo hemos cambiado muchísimo, gracias a Dios. Así que nunca terminamos de conocernos y la relación no va a progresar solita. Necesita de interés genuino e intencionalidad.

Es vital tener la iniciativa para comprender los nuevos gustos de mi pareja, preguntarle cosas que aún no sé de su pasado, o explorar sueños para el futuro. A nosotros nos motiva seguir algunas tradiciones que son muy nuestras, reír de chistes locales, decirnos todos los días cuánto nos amamos y planear actividades nuevas que fortalezcan el vínculo.

10. La intimidad es integral.

Cuando estaba soltera o comprometida, escuchaba la palabra intimidad e inmediatamente la relacionaba con sexo y nada más. La realidad es que va mucho más allá de lo sexual.

La intimidad involucra todas las áreas de tu vida pues compartes tu ser completo, no solo una parte.

Ahora mi amado conoce todos mis hábitos (los buenos, los malos y los terribles), mis mañas, patrones, y peculiaridades que nadie más puede ver. Son preciosos los momentos de oración en las noches en donde tenemos la libertad de hablar con Dios en confianza, sin formalidades ni juicios.

Aprender habilidades nuevas como pareja estimula el intelecto a otros niveles. Por otro lado, los momentos de vulnerabilidad emocional son necesarios para el alma: desahogarse, llorar, reír, imaginar y confesar cosas que a nadie más le diría, son regalos únicos que no he encontrado en otro tipo de relación.

Hoy puedo ver atrás y darme cuenta que mi vida de casada no se ha ido a ninguno de los extremos que me advirtieron. Al contrario, ha sido un camino de aprendizaje muy valioso y enriquecedor. Sé que depende de mí (y también de mi esposo).  Tenemos el llamado a amarnos, ser santos e imitar a Jesús para no desviarnos.

Sí, sé que suena súper difícil, pero no es imposible (también sería monótono y aburrido si fuera fácil). Dios creó el matrimonio para bien y es un pacto sagrado y precioso. Es mi anhelo que mi matrimonio lo refleje a Él.


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