¿Por qué me quieres?
Si Dios nos preguntara hoy: ¿Por qué me amas? ¿Cómo responderíamos?
Por Cesia Carrillo Clemente
Mi papá y yo teníamos una letanía casi diaria, que surgió como una broma. Y comenzaba con la pregunta: —¿Por qué me quieres?
Yo contestaba: —Porque me compras juguetes, porque me cargas, etc.
Mi padre riéndose me decía: —¿Solo por eso? ¿Si no te comprara juguetes o no te cargara, no me querrías?
La primera vez, me sonrojé y contenta le dije: —¡No papito! Te amo porque eres mi papá.
Aunque parezca que era muy interesada, siempre en el fondo reconocí que lo amaba no por las cosas que me daba, sino por ese título que me hacía feliz: Yo era su hija y él mi padre.
Pensando en nuestra relación con Dios, nuestro Padre Celestial, creo que muchas veces actuamos de la misma manera. Se nos olvida que Dios entregó a Jesucristo, su único Hijo para que a través de su muerte y resurrección, al arrepentirnos y aceptarlo en nuestro corazón entregándole nuestra vida, fuéramos llamados sus hijos.
Se nos olvida que Él nos amó primero como dice el apóstol Juan en su primera carta, capítulo 4, versículo 10: “En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados”.
Muchos basamos nuestra relación con Dios en la comodidad y las grandes bendiciones que nos ofrece. Pero Jesús nos advierte en el libro de Lucas capítulo 12, versículo 15: “Cuídense ustedes de toda avaricia; porque la vida no depende del poseer muchas cosas”.
Nuestra felicidad no debe radicar en tener salud, riquezas, una familia, ropa de marca, novio o amigos. Si es así, cuando algo de eso falle, nos vamos a desmoronar.
No se trata de no trabajar, de no tener planes ni de no gozar de lo que Dios nos ha dado aquí en la tierra. Pero recordemos que esto pasará. ¿No es acaso más fuerte el amor inagotable de Aquel que es eterno? ¿El amor de Aquel al que podemos llamar Padre?
Si Dios nos preguntara hoy: ¿Por qué me amas? ¿Cómo responderíamos?
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