Frustración o paciencia

Foto por Andrea Hernández

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¿Cuál debemos elegir? ¿Cómo cambiar entre una y otra?

Por Sara Trejo de Hernández

Estaba frustrada. El transporte público iba lento, lento, lento. Quería decirle al conductor: “¿Podría acelerar un poco más?” o gritar: “¡Apúrese, tenemos prisa!”.

Regularmente viajar en el transporte público me da tiempo para orar, leer o evangelizar. En esta ocasión Dios me recordó que muchas veces le he pedido que Él sea el que lleve el volante de mi vida, pero lo olvido en cuanto no recibo una rápida respuesta, me desespero y empiezo a meter la mano en el asunto.

En especial, últimamente me ha recordado con frecuencia que cuando yo quiero resolver las cosas, termino echándolas a perder o no logro tener un resultado positivo.

Por ejemplo. Había una mujer con la que la relación era incómoda. Tratando de hacer lo correcto, siempre la traté con amabilidad, cada vez que ella decía no poder hacer algo en lo que ambas éramos responsables, tomé la tarea. Pero cuando me la encontraba mi estómago daba un vuelco. Entonces pedí a unas amigas que me apoyaran pidiéndole al Señor que eso cambiara y sucedió lo inimaginable.

Cuando la encontré, que fue la misma semana, abrazándome expresó: “Perdóname, te quiero a ti y a tu familia, perdóname por todo lo que te he hecho”. Al oírla quedé muda. Pero Dios me mostró lo que es capaz de hacer cuando le permito que intervenga. Sin embargo, el resultado no siempre es tan inmediato.

Ya me di cuenta de que este proceso de confiar en que Él resuelva mis problemas, en mi caso, requiere de una práctica diaria.

Como los alcohólicos anónimos dicen: “Solo por hoy”. Entonces voy a ser paciente y a esperar la respuesta de Dios en su tiempo.


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