Chocolate amargo

Foto por Erick Torres

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Buscamos el chocolate por los neurotransmisores que estimula, entre ellos la dopamina, que nos hace sentir bien

Por Laura Castellanos

El chocolate amargo no es menos chocolate. Contiene las mismas propiedades; de hecho, diríamos que se encuentra en su forma más elemental, sin la añadidura de azúcar, leche y otras sustancias que componen el chocolate que es más conocido.

Supongo que en la vida las relaciones de pareja son así también. La sociedad nos vende un chocolate más comercial (con azúcar y leche), donde el novio nos abre la puerta del auto, nos recita palabras románticas, nos sorprende con regalos costosos y nos conquista.

Sin embargo, cuando llegamos al matrimonio, la diaria convivencia nos muestra, en muchas ocasiones, el chocolate en su forma más elemental, con un sabor semiamargo. Entonces nos quejamos. ¿Dónde ha quedado el romance? ¿Qué de las flores? ¿Cuándo volverán las canciones románticas?

Quizá es cuestión de enfoque. ¿Qué es lo que nos gusta del chocolate? No solo es su dulzura, pues en ese caso compraríamos miel. No es tampoco su consistencia, pues podríamos optar por goma de mascar o algo crujiente como unos cacahuates. Son las propiedades mismas del chocolate las que conquistaron a los aztecas, luego a los españoles y hoy, a las mujeres.

El chocolate es nutritivo pues contiene fibra, hierro y magnesio, entre otros. Es un poderoso antioxidante y ayuda con enfermedades del corazón. Buscamos el chocolate por los neurotransmisores que estimula, entre ellos la dopamina, que nos hace sentir bien. Nos gusta el chocolate porque podemos hornearlo, cocinarlo y beberlo. Está en postres, aperitivos, sopas, ensaladas y algunos platillos principales.

El chocolate amargo, entonces, no es menos chocolate. Al igual que una relación de matrimonio del día a día, con los roces naturales de la convivencia no es menos romántica, especial ni real. 

¿Qué hago cuando recibo un trozo de chocolate amargo? Me lo como. Lo disfruto. Lo combino con otros sabores. Del mismo modo, en aquellos días de fricción con mi pareja debo hacer lo mismo. Seguir adelante. Poner de mi parte. Combinarlo con mis recuerdos.

La vida tiene días buenos y malos, altos y bajos, dulces y amargos, pero sigue siendo vida. No nos quedemos solo con las ideas que nos ha vendido la cultura comercial como el romance hollywoodense, sino aprendamos a encontrar el valor y la belleza de las cosas reales, desde un chocolate amargo, hasta una relación de pareja que madura con el paso de los años.


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