Cómo sobrevivir a los terremotos que sacuden nuestra vida

Foto por Andrea Hernández

Si no los resistimos de la manera adecuada podrían tener un efecto fatal

Por Yaribel García Miranda

Los expertos refieren que el continente americano cuenta con un área de alta actividad sísmica. En México, la región donde se conectan las placas tectónicas incluye a la Ciudad de México, lo que la hace una zona muy vulnerable.

Geográficamente el país está dividido en cuatro zonas. La más peligrosa es la D, y aunque la CDMX se ubica en la zona B y no es una franja de origen de epicentros, tiende a magnificar la intensidad de sus movimientos por el terreno acuoso en el que se encuentra asentada.

Un sismo, temblor o terremoto es un movimiento vibratorio, intempestivo y violento de la superficie terrestre, ocasionado por perturbaciones al interior de la tierra (placas tectónicas). La diferencia entre temblor y terremoto radica en la intensidad, siendo este último el más peligroso pues su efecto destructivo puede ser fatal.

En los últimos 117 años al territorio mexicano lo han cimbrado 85 terremotos con magnitud mayor o igual a 7.0 grados. Los más recientes son el del 19 de septiembre de 1985 y el del 2017. A consecuencia del primero, el tema de protección civil cobró importancia; del segundo se concluyó que por muy informados y alertas que estemos, la realidad rebasa las expectativas; un temblor es un factor externo que no se puede controlar.

De igual forma, en nuestra vida se presentan sucesos intempestivos y violentos que no podemos controlar. ¿Cuántos no hemos enfrentado la pérdida de un ser querido, de un trabajo, problemas familiares, de finanzas o de salud? 

Dichos acontecimientos perturban nuestra rutina y si no los resistimos de la manera adecuada podrían tener un efecto fatal. Sucede cuando nuestra fe está cimentada en un terreno pantanoso como el de la Ciudad de México.

Al igual que un temblor físico, en nuestras vidas estos movimientos producen miedo, incertidumbre, nerviosismo y angustia. Y a la vez, de manera natural o instintiva dirigen nuestra mirada hacia Dios.

Al respecto y sin pretender ser una experta, algunos de los siguientes consejos me han funcionado cuando enfrento uno o más movimientos telúricos en mi vida:

  • En vez de preocuparme, oro. Así lo aconseja el apóstol Pablo en Filipenses 4:6: «No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo». 

  • Medito en la Palabra. Leo, escucho y escudriño las Escrituras. Esto trae paz según Isaías 26:3: «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera».

  • Entiendo que lo que está pasando no será para siempre. 

  • Escribo en mi diario. Incluyo alguna enseñanza personal dada por Dios.

Existen muchos factores externos que no podemos controlar, pero en medio de la adversidad debemos recordar lo que dice el Salmo 46: 

«Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar, aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza».


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