¿Y tú para cuándo?

Foto por Michell Arévalo

El sentir de una soltera

Por Johanna Ochoa 

«Estoy orando para que Dios te dé una pareja» «No es bueno que estés sola». Son frases que me han dicho más de una vez. Quienes la dicen lo hacen con cariño, deseando lo mejor para mí. Detrás de esas palabras también se esconde un reflejo de cómo nuestra sociedad e incluso la misma iglesia sigue lidiando con una percepción limitada de la soltería. 

Superar los 30 años sin casarse sigue siendo, para muchos, una especie de «alerta social». Aunque los tiempos han cambiado y ya no hay la presión de antes por casarse joven, aún se siente esa incómoda mirada de quienes se sorprenden, cuestionan o incluso sienten lástima por quienes seguimos solteras.

Sin darnos cuenta, la misma iglesia puede poner esa presión «invisible». Se dice y se enseña que el diseño de Dios es el matrimonio y que la mayor bendición que Dios te pueda dar es la de tener una familia: un esposo e hijos. 

Sin duda, estos comentarios tienen verdad y no van en contra de lo que Dios nos ha mostrado en su Palabra. Sí, la familia es una bendición hermosa pero no podemos reducir la voluntad de Dios a una sola forma de vivir. 

El mayor regalo de Dios no es el matrimonio ni los hijos. La mayor prueba que podemos tener del amor y favor de Dios es Cristo mismo: su vida, su muerte en la cruz y su resurrección, y el hecho de que ahora podemos tener comunión eterna con Él. Reducir la bendición de Dios al estado civil es desviar la mirada del Evangelio hacia una cultura que mide el valor de una mujer por si tiene o no pareja.

¿Voluntad de Dios o mi propia decisión? 

No todas estamos llamadas a vivir solteras toda la vida y tampoco todas estamos llamadas a casarnos. Tenemos que ser honestas y preguntarnos: ¿Mi soltería es voluntad de Dios o es lo que yo deseo? ¿Estoy viviendo esta etapa para Dios o sólo estoy esperando a que se termine?

La clave está en entregarle a Dios nuestra etapa actual sea cual sea y pedirle dirección. Él nos mostrará si este tiempo es para crecer en comunión con Él, para servir más, para sanar, para prepararnos o para esperar con propósito. Lo que no debemos hacer es desperdiciarlo.  

La soltería también es un regalo

Durante años viví la soltería como una carga, me sentía señalada y parecía que no encajaba en ningún grupo. Pero con el tiempo, Dios me ha mostrado que la soltería no es un error, un castigo ni una desgracia silenciosa. Es un regalo divino. A veces puede estar acompañado de dudas y soledad, pero en realidad cada etapa tiene sus propios sinsabores.

Puede ser un tiempo donde nuestro corazón no está dividido y podemos enfocarnos por completo en lo que Dios está haciendo en nuestra vida y a través de nosotras. 

La soltería abre ventajas que muchas veces pasamos por alto, nos permite mayor independencia económica y emocional, otorga libertad para decidir sobre proyectos personales y profesionales sin ataduras y brinda la posibilidad de cultivar amistades y redes de apoyo más amplias. Es importante que aprendamos a estar solas antes de poder estar con alguien, ya que nadie debe llegar a «completarnos» si no a complementarnos. 

Así que, si estás soltera, no te culpes o cuestiones. Recuerda que tu identidad no está en un anillo, está en la cruz. Tu propósito no empieza en el altar, empieza en Jesucristo. Tu historia no está en pausa, está en proceso. 

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Ahonda en este tema en el artículo: La soltería: ¿Una etapa para esperar? que es uno de los capítulos del libro Mujer, renuévate.


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