El deseo de protagonismo en la iglesia
Cómo redirigir nuestro corazón hacia Dios
Por Johanna Ochoa
En redes sociales se han viralizado fotos de influencers «caritativos» que aunque en la superficie parecen un ejemplo de generosidad y empatía, en el fondo se ve más como una estrategia para ganar seguidores y vistas en sus perfiles.
Pensaríamos que este tipo de personas son los únicos tentados por el deseo de validación y de agradar a la gente, pero en realidad dentro de la iglesia también somos vulnerables.
¿Cuál es tu motivación para servir en la iglesia?
Muchas veces, empezamos con un deseo genuino de servir a Dios. Nos apuntamos en varias actividades, y servimos aquí y allá. Buscamos estar involucradas en las cosas de Dios.
Sin embargo, si no estamos en una comunión constante e íntima con nuestro Señor y no examinamos nuestras intenciones, podemos pasar de servir por amor a hacerlo para ser vistas. Es una línea muy delgada que no debemos cruzar.
Si somos honestas, nos damos cuenta de que pasar tanto tiempo en el escenario nos brinda ciertos beneficios adicionales como el reconocimiento, un aplauso, un «¡qué bien lo haces!», la atención de los demás o incluso una imagen de «buenas cristianas».
La Biblia es clarísima: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas» (Jeremías 17:9a). Nuestro corazón anhela ser reconocido y esto puede convertirse con facilidad en un ídolo.
Y es ahí cuando poco a poco y sin darnos cuenta nos empieza a importar más lo que otros piensan de nosotras en público que ser fieles en lo privado delante de Dios. Si pensamos que a nosotras no nos puede pasar, nos engañamos y estamos en mayor riesgo de caer.
La fidelidad que Dios anhela
Nuestra devoción a Dios no se mide por el número de actividades en las que participamos, sino por cómo y con qué motivación lo hacemos. No se trata de servir por servir: Dios no necesita que estemos en todos lados. Él anhela que nuestro corazón esté rendido a Él y que servirle sea una reacción natural de nuestro amor hacia Él y no una acción para ganar aprobación.
Incluso muchas veces Dios nos llama a una obediencia más privada. Nuestra fidelidad a Dios se ve cuando enfrentamos situaciones donde nadie se da cuenta, en lo cotidiano de la vida y en las zonas más profundas de nuestro corazón. Por ejemplo: cuidar a un familiar enfermo, dejar nuestro orgullo a un lado para perdonar a quien nos hirió o mantener nuestro corazón humilde y enseñable a pesar de toda nuestra experiencia.
Necesitamos ayuda y límites
Es de ayuda tener mujeres maduras en la fe que nos aman lo suficiente para confrontarnos. No con juicio, sino con amor y verdad. Amigas que te ayuden a darte cuenta cuando estás perdiendo el enfoque y que te animen a reflexionar sobre las motivaciones de tu corazón.
También necesitamos aprender a poner límites. Decir «sí» a todo no es igual a ser fiel. De hecho, muchas veces un «no» a algo es un «sí» a tu comunión con Dios.
Redirigiendo nuestro corazón
Si te identificas con esto, no te culpes. Todas podemos caer ahí. Lo importante es ser honestas con Dios y con nosotras mismas. Hacer un alto en nuestro servicio y pedir a Dios que nos examine, que dirija nuestro corazón y que vuelva nuestra mirada a Jesús.
No somos llamadas al protagonismo, sino a vivir para la audiencia y gloria de uno solo: Jesucristo.
Cómo redirigir nuestro corazón hacia Dios