Una amiga verdadera

Foto por Marian Ramsey

Contar con alguien que nos anime, nos apoye y nos diga la verdad, es un regalo de Dios

Por Sally Isáis

Hoy estoy agradecida por mis amigas. Por una y todas en especial. Son un regalo de Dios y no me imagino mi vida sin ellas. En ocasiones al observar a algunas personas pienso: ¿No tendrá alguien que la quiera y le diga que tiene la blusa abierta, la falda demasiado corta o el cierre del pantalón abajo?

¿Tendrán alguien a quien contarle sus tristezas, frustraciones, enojo, sueños, idiosincrasias y más sin temor a que las juzguen de más?

Hace unos días una amiga me hizo señas y yo no entendía. Por más que traté de descifrar su mensaje, no lo lograba. Finalmente se pudo acercar y me explicó. No dejamos de reírnos por mucho tiempo. Andábamos de «simples».

A veces no me gusta lo que me dicen (aunque por lo general tienen razón en su apreciación), en otras ocasiones ni siquiera tenemos que decirnos nada porque nos entendemos sin palabras. Sé que ha habido momentos en que nos hemos herido mutuamente, pero con la ayuda de Dios hemos perdonado y seguimos siendo amigas.  

Dice la Biblia: «En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia» (Proverbios 17:17). También expresa: «Hay quienes parecen amigos pero se destruyen unos a otros; el amigo verdadero se mantiene más leal que un hermano» (Proverbios 18:24).

En la comunidad cristiana, deben existir personas que nos ayuden a prevenir el caer o fallar de manera fatal en nuestra vida. Gente que nos anime, nos apoye y nos diga la verdad. Pobre de aquel que no tiene alguien que le ayude a levantarse cuando cae.

En algún momento, todas necesitamos de alguien más. ¿Tienes alguien así? Una amiga que cuando te pregunte: «¿Cómo estás?», no acepte de primera instancia la respuesta de: «Estoy bien». Sino que indague más profundo.

Yo no quiero ser de las que hieren y destruyen, sino de las que levantan, animan, exhortan con amor, lloran y ríen con las amigas que Dios me ha dado.

Es mi oración que todas tengamos por lo menos una amiga leal, que nos ame como somos y nos acompañe en todo tiempo. Que nos aconseje con la Palabra de Dios en la mano y nos anime con sabiduría y corazón sincero.

Si tú eres una de ellas, gracias.  


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