El ministerio de los perros ovejeros

Foto por Philip Eager

Sigamos su ejemplo

Por Adaía Sánchez Martínez

En el barrio donde vivo hay muchos perros ovejeros. Es curiosa la fascinación que los humanos tenemos con este tipo de razas. Nos llena de admiración y cierta ternura verlos haciendo su deber. Se sabe que son perros muy inteligentes y que logran una conexión muy especial con sus dueños. Quizá por esas razones son de las mascotas favoritas incluso en ambientes citadinos.

En su ADN está escrito el instinto de desempeñar el trabajo de mantener junto al ganado, de encaminarlo hacia donde debe ir, de evitar que alguno de los miembros se separe de la manada y de ahuyentar a posibles depredadores. A pesar de la magnitud de esta tarea, estos peludos ayudantes la llevan a cabo con una aparente facilidad, haciéndola parecer más un juego que un trabajo.

En la Biblia encontramos muchas ilustraciones que giran alrededor de los rebaños para describir la vida cristiana: Jesús como el Buen Pastor, la oveja perdida, la vara y el cayado, y más. Esto me llevó a pensar en: ¿quiénes son los perros ovejeros de hoy?

De inmediato pensé en una hermana en Cristo que a lo largo de varios años en mi caminar de fe me ha animado con su don de exhortación. Sin duda alguna, nuestras conversaciones me han mantenido en el rebaño, me han animado a perseverar en la vida en comunidad y me han advertido de peligros acechantes; todo en medio de un tono gozoso que me deja con un espíritu renovado.

La Biblia habla del don de exhortación.  Lo define como la capacidad especial que Dios da a ciertos miembros de su Iglesia para ministrar palabras de consuelo, consolación, ánimo y consejo a otros miembros de la congregación de manera que éstos se sientan ayudados y sanados. Sin embargo, cuando pensamos en este don no nos viene a la mente la imagen sonriente de un perro ovejero.

La exhortación a veces tiene una connotación negativa y puede ser vista como un acto de regaño. En lugar de ser considerada como una muestra de amor y cuidado, a menudo se interpreta como juicio o crítica. Por otro lado, creo que hemos sido infectados por la forma de vida individualista de nuestros tiempos, bajo la filosofía de: «vive y deja vivir».

Este temor a ser malinterpretados, a parecer entrometidos o a ser rechazados, puede frenar nuestros impulsos de exhortar a otros y alejarnos de la práctica de la exhortación, privándonos a nosotros y a los demás de las bendiciones que este don puede traer.

El Nuevo Testamento menciona la expresión «unos a otros» 59 veces y ninguna se refiere a regaños. Esto nos enfatiza la naturaleza comunitaria de la vida cristiana. Cuando lo practicamos bíblicamente el resultado es una imagen hermosa y cautivante, como la de un perrito pastor que sigue lealmente las instrucciones de su amo, y con diligencia va por las ovejas.

Es muy posible que, en ciertos momentos, nos hayamos cuestionado sobre nuestro progreso en el camino de la fe. Es en esos instantes que el aliento que nos proporciona una palabra de exhortación puede resultar decisiva y transformadora.

Seamos perros ovejeros.


Tal vez también te interese leer:

Anterior
Anterior

Una amiga verdadera

Siguiente
Siguiente

El camino hacia el contentamiento