6 lecciones que aprendí mientras corría

Foto por Diana Gómez

Considera cada una de ellas

Por Sarai Avendaño Araiza

Soy una corredora de medio tiempo. Disfruto salir por las calles de la ciudad mientras esquivo el tráfico y perderme en los campos los fines de semana, admirando la belleza de una naturaleza poco explorada.

Mientras corro, mi mente se traslada a las palabras de Pablo: «Prosigo a la meta» (Filipenses 3:14). Esta frase aparece de manera constante en el kilómetro más pesado de la carrera, ese en el que ya no quieres correr sino que prefieres caminar o simplemente caer al suelo. En ese momento mi cuerpo me dice: ¡Detente!, pero mi corazón desea seguir, terminar y sentir la medalla en el pecho mientras paso el resto del día sonriendo.

La vida cristiana, como decía Pablo, se asemeja a una carrera. En mi propia experiencia he aprendido algunas lecciones que he aplicado en mi relación con Dios. A continuación las comparto:

1.- Al prepararme para una carrera soy consciente de la necesidad de tener un entrenador que me indique cuánto y cómo debo correr. En mi vida espiritual, Dios me guía a través de la Biblia, que es su manual. En ella encuentro la lámpara que da luz y guía mi camino (Salmo 119:105).

2.- La vida cristiana no es fácil, implica ser disciplinada. Si quiero ser una buena corredora debo levantarme temprano para ir a entrenar y comer de forma saludable. De la misma manera en la vida cristiana necesito ser intencional al buscar a Dios en su Palabra y en oración (Jer. 29:13, Salmos 9:10).

3.- Es indispensable cultivar relaciones con otros corredores que me motiven a seguir adelante. Como hija de Dios debo rodearme de compañeros a quienes pueda rendir cuentas. Amigos que me ayuden a llevar una vida piadosa, que me exhorten con honestidad y puedan guiarme con palabras de aliento y corrección (Eclesiastés 4:9-12).

4.- Cuando entreno lo hago pensando en una meta, ya sea una carrera o distancia en particular. Como hija de Dios he sido creada con un propósito. Mi objetivo es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre (Isaías 43:7).

5.- En una carrera siempre llega el momento en el que uno ya no quiere seguir; todo nuestro cuerpo está cansado y adolorido. Como cristianos, Dios permite pruebas y situaciones difíciles, pero Él ha prometido que estará con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28:20).

6.- Cada carrera que corro tiene un inicio y un fin. Mi tiempo en la tierra también es finito y está definido por un Creador que tiene todo bajo su control. Santiago dice que la vida es como neblina. Debo vivir a la luz de esta verdad y siempre poner mis ojos en la eternidad (Santiago 4:14).

Entonces no debo temer sino correr con gozo la carrera, sabiendo que la gracia del Señor es suficiente para cada día. Como dijo Jerry Bridges: «Tus días malos nunca serán tan malos como para que no te alcance la gracia de Dios. Y tus días buenos nunca serán tan buenos como para que no necesites la gracia de Dios».

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