Evaluando el año que acaba

Foto por Diana Gómez

De la reflexión a la acción con esperanza

Por Marlene Socorro Herrera

En la recta final del año reflexionamos sobre nuestros avances, las cosas que pudimos resolver,  nuestras fallas y las cosas que no pudimos terminar. 

En primera instancia reconocemos que cualquier experiencia que nos transforma es una bendición. Sin embargo, a veces nos quedamos atorados en los recuerdos dolorosos, de «fracaso» o de pérdida, ya sea que tuvimos control sobre lo que pasó o no.

Sabiduría divina para la autoevaluación

Cuando nos enfrentamos a este momento de autoevaluación es imprescindible pedir sabiduría y discernimiento de Dios para afrontar nuestra realidad. La frustración y la autocompasión no nos llevan a ningún lado. Tampoco pensar que nuestras vidas no valen, que es injusto o que somos incapaces de afrontar nuestra situación. Necesitamos luchar para salir de ese hoyo existencial.

Enfrentar la realidad puede ser incómodo, pero debemos recordar que somos hijos del Altísimo. La Biblia dice: «Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Timoteo 1:7, RVR 2015). Dios no se equivoca. Él tiene planes para nosotros.

De la reflexión a la acción con esperanza

¿Queremos cosas mejores para el futuro? ¿Una mejor relación con Dios y con nuestra familia, o aprovechar mejor nuestros dones y habilidades para la gloria de Dios? Necesitamos redoblar esfuerzos y no quedarnos estancados. La pereza mental no nos lleva a nada bueno. Cuesta trabajo salir adelante, pero no es imposible. Esta es la lucha a la que el Padre nos llama.

Un nuevo año nos provee de una oportunidad sin igual. Aunque es importante reflexionar en nuestras decisiones, buenas y malas, elijamos creer que el Señor está trabajando en nosotros hoy. Partir del presente sin mirar atrás más de lo necesario, nos ahorra muchas frustraciones.

Aquí comparto algunos recordatorios que me mantienen enfocada al evaluar el año que termina:

Es primordial limpiar nuestros pensamientos

Refrescar nuestros cuerpos con la palabra del Padre. Sentir su amor, tan limpio y bondadoso, nos ayuda a empezar desde cero. Luego ver nuestras fortalezas, aptitudes y virtudes. No todo está mal; hay algo bueno en cada paso que damos. Es la fe, en su esplendor, ver en qué fallamos, en qué acertamos y ponerlo en una balanza. Todo sirve, nada es en vano. El mundo no se va a caer, aunque parezca que todo se salió de control. Dios es quien sostiene el universo y nuestra vida en sus manos.

Todo es aprendizaje

Las situaciones nos levantan o nos lastiman, pero es nuestra actitud la que lo define. La derrota empieza con uno mismo. La lucha se hizo y si no se pudo, ni modo; todo tiene su tiempo.

Cuánta verdad tiene 2 Corintios 4: 8-9: «Estamos acosados por problemas, pero no estamos vencidos. Enfrentamos grandes dificultades, pero no nos desesperamos. Nos persiguen, pero Dios no nos abandona nunca. Nos derriban, pero no nos pueden destruir» (NBV).

La perseverancia alimenta la esperanza en Dios

Por último, recordemos que la perseverancia alimenta la esperanza. Si nos caemos, nos levantamos; debemos luchar y recordar que es Dios quien pelea nuestras batallas. No desfallezcamos en nuestros sueños y anhelos, porque la esperanza que tenemos en Cristo no nos avergüenza, como dice Romanos 5:5.

Vivir en la Palabra de Dios anima a nuestro espíritu a vivir nuevas experiencias y no darnos por vencidos. La batalla la tenemos ganada, siempre y cuando tengamos una férrea disciplina, nada nos puede derrotar.

Así que vivir de todo, hasta lo más difícil tiene su recompensa. No perdamos la fe. Ya que el amor de Dios nos mueve a ser más como Jesucristo cada día de nuestra existencia.


Tal vez también te interese leer:

Siguiente
Siguiente

¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?