¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?

Foto por Andrea Hernández

La historia continúa

Por Javier Campos

Una pregunta que resuena en la historia

En Mateo 2 encontramos la historia de unos personajes con una pregunta muy interesante: «¿Dónde está el rey de los judíos…?». Unos magos llegaron a Jerusalén, el lugar donde se suponía que la mayoría de los habitantes tendría la información suficiente acerca del Mesías que había de nacer. Y aunque lo esperaban, «a la hora de la verdad» no supieron qué decir, ni qué hacer.

La reacción de Jerusalén ante la llegada del Mesías

El relato nos explica: «Oyendo esto el rey Herodes se turbó y toda Jerusalén con él» (Mateo 2:3). Lo triste es que el asunto no pasó de ahí. Todos se consternaron y se turbaron, pero ni uno de ellos fue con los magos para buscar al que había de venir. ¿En qué estarían pensando? ¿Creerían que faltaba mucho para su venida? Tal vez dirían algo como lo que leemos en la segunda carta de Pedro: «¿Qué pasó con la promesa de que Jesús iba a volver? Desde tiempos antes de nuestros antepasados, el mundo sigue igual que al principio de la creación» (2 Pedro 3:4 NTV).

La búsqueda del Rey en nuestros días

Después de leer esa historia, yo también me pregunté: En la actualidad, ¿dónde está el Rey de los judíos que ha nacido, que ha venido a nuestro corazón y que nos ha dado nueva vida? ¿Qué hemos hecho de Él? ¿Estaremos igual, teniendo la información suficiente para llegar al Salvador, pero sin transmitir ese conocimiento?

Nuestra misión: Ser la estrella que guía a otros

Ya no hay una estrella que anuncie la llegada y el lugar del nacimiento del Mesías. Tampoco magos de oriente que vengan a adorarlo. Ahora nos corresponde a nosotros anunciar la llegada del Salvador. Nos toca venir a su encuentro a postrarnos, alabarlo, abrir nuestros tesoros y ofrecerle lo mejor que tengamos. Lo hacemos porque sigue habiendo gente que lo necesita y anda buscando a ese Rey que ha nacido.

La promesa de Dios sigue vigente

La Palabra de Dios nos recuerda esta verdad fundamental: «El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9). Su paciencia es una puerta abierta para que más personas encuentren al Rey.


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