No cuidarse, ¿por educación?

Foto por Diana Gómez

¿Vale la pena?

Por Cesia Carrillo Clemente

En ocasiones decir «no» se vuelve un peso monumental. Estamos en una cultura del recatado y convencional «» sacrificial a todo o por el otro lado vivimos sin importarnos los demás. Los dos extremos son muy dañinos para nuestra persona, y de paso vamos fracturando una sana convivencia.

Cuando me invitan a comer he sentido el peso de decir: «no debo comer eso», pero por educación decido decir que sí a todo lo que me ofrecen. Ahí es cuando el «no, gracias» suena muy payaso, sangrón o pesado, debido a que no hay resultados negativos inmediatos. Sin embargo, esas decisiones me han pasado factura tarde o temprano. 

Si somos alérgicos a algo, nuestro cuerpo nos reclamará esa falsa educación si no ponemos límites. Algunos alimentos nos hacen daño y las consecuencias graves de consumirlos pueden ser paulatinas y silenciosas. 

Pongamos orden

Jesús nos dice en Mateo 22:39: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». No podemos dar respeto, si no nos respetamos. Nuestro cuerpo tiene límites que debemos escuchar en todos los aspectos, y la comida es uno importante. 

Si el médico nos ha sugerido no comer ciertas cosas, comencemos a cuidarnos, a considerar su instrucción, a aprender con antelación a decirle a nuestros amigos y familiares las comidas que nos hacen daño, para así considerar a otros también. Amar a otros como a nosotras mismas. 

Honrar a Dios con nuestro cuerpo

«¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos?» (1 Corintios 6:19 NBLA).

Una mala alimentación nos puede acarrear enfermedades, falta de enfoque, de entusiasmo y hasta nos puede costar la vida. Fuimos  comprados a precio de sangre. Y parte de la honra a Cristo por este sacrificio que hizo en su propio cuerpo, es honrarlo también con el nuestro. 

La comida es una bendición y aun si comiéramos cosa mortífera, como Jesús le dijo a sus discípulos que no les haría daño (Marcos. 16:18), no se trata de confiarnos o ser masoquistas. Aunque estoy segura y confiada, que si no hubiese otra cosa que comer, Dios nos protegerá, pero en cuanto dependa de nosotras decir «no, gracias» a alimentos dañinos, podremos honrar a Dios, cuidando nuestro cuerpo. 

¿Qué tiene que ver con honrar a nuestro Dios? Por ejemplo, nuestros pies nos pueden conducir hacia las personas con necesidad del Evangelio, pero siendo drástica, si consumimos mucha sal y estamos luchando con retención de líquidos, esos pies no podrán soportar caminar por mucho tiempo. 

Podemos decir NO

De manera práctica y sin contar todo nuestro historial médico, podemos decir NO a los alimentos que nos hacen daño. Si alguien nos invita a comer, no demos vueltas al asunto, pensemos en la salud y que debemos cuidar este cuerpo que es el templo del Espíritu Santo. Quizá algunos no lo comprendan fácilmente, pero mantengamos un tono amable, firme cuando tengamos que decir que no, y con gratitud por la invitación que nos hicieron.


Tal vez también te interese leer:

Siguiente
Siguiente

La supremacía del perdón