Mi travesía con el cáncer
Hay dos palabras que nadie quiere escuchar: «Tienes cáncer».
Por Sandra Sasser
Hay dos palabras que nadie quiere escuchar: «Tienes cáncer».
Todo comenzó un fatídico día a principios de diciembre de 1999, cuando recibí la llamada del doctor diciendo: «Sandra, estamos bastante seguros de que lo que vemos en tu mastografía es cáncer».
Siendo la persona que soy, le dije que estaba muy ocupada dando pláticas para la ofrenda misionera navideña y visitando iglesias para compartir sobre nuestra misión en México. Recuerdo haberle dicho que solo tenía disponible una hora y media la semana siguiente.
De inmediato me dijo que no creía que estuviera comprendiendo lo que me estaba diciendo, que necesitaba dejar todo y que me agendaría una cita con el cirujano y el oncólogo. ¡Todos estábamos en shock!
Mi esposo y yo estábamos en los Estados Unidos y según las reglas de nuestra agencia misionera, teníamos que agendar exámenes médicos antes de volver a México. Así que decidí llamar a los doctores e hice una cita para los dos.
Ahí sucedió el primer milagro. No es común llamar al Centro Médico en Houston y obtener una cita para la siguiente semana, pero nosotros lo logramos. Fuimos a nuestras citas y mi doctor, después de mi examen de mama, me dijo que no creía que algo anduviera mal porque no sentía bultos, pero que tenía que hacerme una mastografía. Debido a que la siguiente semana era el Día de Acción de Gracias, conocería los resultados hasta diciembre.
Recuerdo que esa primera semana de diciembre, como cada año, el énfasis en las iglesias Bautistas Sureñas era la ofrenda misionera Lottie Moon (en honor a una misionera bautista que pasó 40 años sirviendo en China a fines del siglo XIX e inicios del XX). Como éramos misioneros habíamos agendado pláticas en varias iglesias. Un día, a punto de salir, llegó una carta con una tarjeta del radiólogo pidiéndome que llamara a mi doctor. Dejé la tarjeta sobre la mesa y nos fuimos a nuestro compromiso.
La siguiente semana mi esposo Lynn y yo, fuimos al doctor. Entramos a su oficina y nos sentamos. El médico sostuvo mis radiografías y dijo: «No he hablado con tus doctores ni con el radiólogo, pero puedo decirte lo que veo y es cáncer en todos los conductos de leche de ambos pechos». Me dijo que tendría que hacer una biopsia para confirmarlo y para ver cuáles eran mis opciones.
Le pregunté qué haría él si yo fuera su esposa, y me dijo: «Sin duda, extirparía ambos senos. Vas camino hacia el desastre, así que eso es lo que haría». Uno estaba lleno de cáncer, el otro era precanceroso y algún día estaría igual.
Esa fue la primera vez que supe que el cáncer no es necesariamente una bolita o bulto y que no todo el cáncer de mama puede detectarse en estudios de seno bien aplicados o al examinarte en casa. Hay muchas formas y tipos de cáncer de mama.
En ese momento el doctor nos dijo que fuéramos a hablar con nuestra familia, explicarles lo que estaba pasando y tomar las decisiones sobre cuál sería el siguiente paso después de Navidad.
Así que decidimos atenderlo lo más pronto posible e hicimos cita con el oncólogo, el cirujano y el cirujano plástico. Agendamos mi mastectomía doble para el 10 de enero del 2000.
Desde ese día, mi vida cambió. Yo no debí haber tenido cáncer. No tenía sobrepeso, hacía ejercicio de manera regular y comía relativamente sano. ¡No debía haberme pasado a mí! Pero me pasó.
Así que, el lunes 10 de enero del 2000, comencé mi travesía con el cáncer de mama. Tuve varías cirugías y pasé la primavera de lo que se suponía que sería «nuestro tiempo» en los Estados Unidos manejando cada semana por 75 minutos, de la casa misionera en la que estábamos viviendo hacia el Centro Médico de Houston.
Un día, después de las mastectomías, estaba sentada con el cuerpo lleno de tubos que me colgaban y leyendo un estudio bíblico de Beth Moore. Leí el Salmo 136: «Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia». Beth nos pidió escribir una oración de agradecimiento en relación a algo que estuviera sucediendo en nuestra vida y que nos fuera difícil de entender.
En ese momento sonaron sirenas. Después me enteré de que era una ambulancia que pasó a una calle de distancia rumbo a una casa donde alguien se había suicidado.
Recuerdo haber orado: «Señor, no sé por qué tengo que estar sentada aquí, escuchando sirenas, con tubos colgando de mi cuerpo, ya sin pechos ni cáncer de mamá, pero te agradezco, porque eres bueno, porque para siempre es tu misericordia. Te doy gracias, Dios de dioses, porque para siempre es tu misericordia. Te doy gracias, Señor de señores, porque para siempre es tu misericordia». Repasé todo el salmo y al llegar al versículo 26, de nuevo recalqué: «no sé por qué tuvo que pasarme esto, pero te doy gracias, Dios de los cielos, porque para siempre es tu misericordia».
En definitiva, fue una gran lección, la cual utilizaría más adelante ese año mientras enfrentaba otra cirugía y casi moría de un edema pulmonar. Mientras me sacaban algo de la garganta, broncoaspiré y mis pulmones comenzaron a llenarse de líquido y empecé a ahogarme.
El milagro número 2 sucedió mientras los doctores trabajaban en mí durante tres horas para lograr que respirara. Mis pulmones se vaciaron, pude respirar y todo estuvo bien. Recuerdo pensar que estaba en la oscuridad, con personas gritándome que respirara profundo, y pensando: «Señor, no sé qué está pasando. No sé por qué estas personas me están gritando, pero tú eres el Señor de señores y para siempre es tu misericordia».
¿Cómo logré navegar esta situación? Con fe, familia y amigos.
Tengo fe en el Señor Jesucristo, quien me dio las fuerzas para saber que podría con esto, así como he podido con muchas otras cosas en mi vida. Mi versículo lema es Filipenses 4:13 que dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». Si mi Señor me ayudó a salir adelante a pesar de una niñez emocionalmente abusiva con un padre alcohólico, ¿por qué habría de dejarme en este momento? No lo hizo y gracias a Él salí adelante en medio del cáncer.
Tengo una familia grandiosa, un esposo amoroso, tres hijos y una gran multitud de familia extendida que estuvo ahí para darme el apoyo y el cuidado que necesité en ese momento y también después.
Mis amigos son los mejores. Siempre amorosos, siempre apoyándome durante el cáncer y aún en la actualidad, mientras llevo a cabo una de mis pasiones: Crear conciencia sobre el cáncer de mama.
Han pasado casi 23 años desde que todo esto sucedió. Hoy tengo senos firmes, aunque todo lo demás me cuelga, pero alabo a Dios porque utilizó el cáncer en mi vida para hacerme voltear hacia arriba y verlo. ¡Para siempre es su misericordia!
Ahora, la concientización sobre el cáncer de mamá es una de mis pasiones.
He participado en doce caminatas a favor de la lucha contra el cáncer de mama y he recaudado más de 60,000 dólares para hacer conciencia sobre el cáncer y para su investigación.
Todas tenemos contacto con el cáncer de mama.Afecta a nuestras madres, hermanas, amigas e incluso a nuestros padres y los hombres en nuestras vidas.
Solo en los Estados Unidos, se estima diagnosticar 287,850 nuevos casos de cáncer de mama este año. Cada 10 minutos alguien muere de cáncer de mama, eso significa que en 2 horas, aproximadamente 12 personas mueren a causa de esta enfermedad y se estima que más de 43,000 morirán de cáncer de mama este año.
En México, en 2015 se registraron alrededor de 13 muertes diarias por cáncer de mama, es decir, aproximadamente cada 2 horas murió una mexicana por esta causa. En 2020, según datos del INEGI, se registraron 8,000 muertes por tumores malignos de mama. Es probable que las estadísticas no se acerquen a la realidad.
Pero la buena noticia es que, al igual que yo, hay 28 millones de sobrevivientes de cáncer.
El 90% de los casos de cáncer de mama tiene cura si se detecta a tiempo. Lo que podemos hacer para cuidarnos como mujeres es: ejercitarnos, comer sanamente, autoexplorarnos de manera regular, acudir a nuestros estudios anuales y mastografías, y escuchar a nuestro cuerpo.
El Señor es fiel. Él es Jehová Rafa, ¡nuestro Sanador! Él está al control de nuestras vidas.
Referencias:
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