Serie: Ánimo para mamás con niños pequeños. (Parte 2)

Foto por Gilberto López

Mamás cansadas, ¡no estamos solas!

Por Paola del Castillo

Ser mamás de niños pequeños puede ser agotador. Desde las noches sin dormir hasta el caos diario de juguetes, pañales y berrinches, en momentos nos sentimos al límite. Pero aquí va una verdad que necesitamos recordar: Dios nos ve. Él sabe cuánto esfuerzo ponemos en cada día, y está con nosotras en esta temporada desafiante. No estamos solas, y no tenemos que hacerlo todo con nuestras propias fuerzas.

1. Prioricemos nuestro bienestar sin culpa

A veces nos sentimos culpables por querer un respiro, pero la verdad es que no podemos dar lo mejor de nosotras si estamos agotadas. Dios nos llama a cuidar de nosotras también.

  • Busquemos momentos con Dios: Empapémonos de cosas que sean un constante recordatorio de que Dios está en cada una de nuestras actividades. No necesitamos largas horas de meditación para mantenernos en comunión con Dios, pero sí podemos encontrar pequeños espacios para orar y leer su Palabra. 

Ser constantes en nuestra búsqueda de Dios beneficiará también a nuestra familia. Desde pequeños los hijos deben entender que nuestro tiempo con el Señor es importante. Podemos explicarles, de acuerdo a su edad, que necesitamos unos breves minutos para hablar a solas con Él. Con el tiempo entenderán más a profundidad el porqué. 

  • Cuidemos nuestro cuerpo: Comer bien, hidratarnos y dormir cuando sea posible no son lujos, sino necesidades. No es sano vivir a mil por hora y no esperar que el cuerpo nos pase la factura. 

Tan sólo unos minutos de ejercicio pueden ayudarnos a sentirnos mejor. No siempre hay tiempo, pero siendo honestas, a veces podríamos usar menos el coche y caminar más o subir por las escaleras en lugar de tomar el elevador o dedicar tiempo intencional de juego con los niños y volverlo nuestro entrenamiento. Aprovechemos cada oportunidad.

Busquemos diversas maneras de descanso, más allá del sueño, que nos relajen mentalmente y nos brinden energía física, mental y espiritual. Seamos cuidadosas en el uso que le damos al celular, renunciemos a ser esclavas de la tecnología y de las redes sociales. 

  • Démonos gracia: No tenemos que ser mamás perfectas. Algunas temporadas serán más difíciles que otras, y está bien si nuestra casa no está impecable o si un día optamos por la comida más fácil en lugar de la más saludable. Este rol es nuevo, que no se nos olvide que nosotras también estamos aprendiendo. 

2. Mantengamos viva nuestra comunidad

No estamos diseñadas para vivir esta etapa solas. Dios nos ha dado una comunidad para apoyarnos, orar por nosotras y darnos ánimo.

  • Sigamos congregándonos: Si no tenemos una relación constante y cercana con Dios, será cada vez más fácil dejar de congregarnos. Puede ser difícil con niños pequeños, pero hay bendición en estar rodeadas de otras familias que nos pueden apoyar y animar.

Además busquemos opciones para seguir creciendo en la Palabra en comunidad, más allá de un culto dominical. No nos dejemos llevar por la inercia de la vida. Seamos intencionales. Las opciones no faltan, como los estudios bíblicos en línea o hacer las reuniones en nuestra casa. 

  • Volver a servir en la iglesia tan pronto como sea posible: Al nacer nuestros pequeños siempre es necesario un periodo de reposo. Pero en cuanto podamos, volvamos a servir. Sigamos bendiciendo a nuestra iglesia local sin sacrificar tiempo de calidad con nuestros hijos. Ellos desde pequeños verán y entenderán que es bueno caminar la vida junto con otros. 

  • Busquemos apoyo en otras mamás: No tenemos que cargar solas con todo. Compartir nuestras luchas y victorias con otras mujeres en la misma etapa nos ayuda a sentirnos comprendidas. 

También, podemos tomar cosas prestadas de otras mamás con hijos pequeños. Ahorramos mucho permitiendo que nos hereden ropa, juguetes y accesorios, y después, bendecir a otros con lo que van dejando nuestros hijos.

  • No escondamos nuestras luchas: Muchas mujeres por cuestiones hormonales o por tantos cambios repentinos, tanto físicos como emocionales, se sienten cada vez más aisladas al ver que otras personas siguen sus vidas normales. 

Vivir con mucha tristeza, confusión, inseguridad y desgano no es normal. Siéntete con la libertad de buscar a alguien de confianza que pueda escucharte y acompañarte en tu proceso. Si crees que lo que tienes ya es una depresión clínica, acude con un profesional de la salud mental. 

  • Oremos unas por otras: La maternidad tiene muchos desafíos, y necesitamos interceder por nuestras amigas mamás para que Dios nos fortalezca a todas. También, estudiar la Biblia con la compañía de otras mujeres anima, conforta, confronta y aporta consejos para la vida. 

Cuando nos sintamos al borde del agotamiento, recordemos esta promesa: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28).

Dios nos invita a entregarle nuestras cargas. No tenemos que ser súper mamás, sólo mamás que confían en que Él nos dará la gracia y la fuerza para cada día.

***

Si este tema te resuena, escucha Dime Mamá, un pódcast que nos acompaña en esta aventura de la maternidad. Escúchalo aquí.


Anterior
Anterior

Caída libre 

Siguiente
Siguiente

Muchas veces llegué a dudar de mi salvación