Grandes Mujeres de la Fe: La Vida de Amy Carmichael

Una defensora de la niñez en la India

Por Keila Ochoa Harris

En el mundo actual, los niños y ancianos suelen ser los más olvidados. Son víctimas de enfermedades, indiferencia y crueldad, y padecen las consecuencias de conflictos familiares y nacionales. Una de las heroínas que luchó por cambiar esta realidad fue Amy Carmichael, una mujer irlandesa que dedicó su vida a proteger a la infancia en la India.

El Llamado de Amy Carmichael

Su devoción por Dios comenzó a temprana edad. Entre sus muchas peticiones infantiles resaltaba: «Por favor, Dios, dame ojos azules». Sin embargo, muchos años después sería aceptada en la India, entre otras cosas, por sus ojos color marrón.

A los 24 años partió como misionera a Japón, pero una enfermedad la obligó a buscar un clima más cálido. Finalmente, llegó a India a los 29 años para nunca irse. 

La Lucha Contra el Tráfico Infantil en India

En 1900, se trasladó a Dohnavur. Allí se enteró del tráfico de niños, por quienes luchó incansablemente. 

En aquel tiempo, muchos niños, en especial niñas, eran vendidos a los templos. Se les vestía como novias, en representación de su boda con los dioses, y se convertían en propiedad de los sacerdotes. En la mayoría de los casos, eran explotadas en la prostitución.

Amy dedicó su vida a rescatar y proteger a estos niños. Su trabajo dio frutos y, gracias a su incansable lucha, las leyes cambiaron y esta práctica fue prohibida.

La Historia de Preena: Un Rescate Milagroso

Uno de los primeros rescates de Amy fue el de Preena, una niña vendida a un templo por su madre tras la muerte de su padre. 

A los cinco años, Preena escapó y regresó a su casa, pero su madre, presionada por las mujeres del templo, devolvió a su hija quien se ganó un tremendo castigo: le quemaron las manos con hierros candentes..

Dos años después, Preena se enteró de que pronto la casarían con los dioses. El miedo la aterró y hasta pidió la muerte. Las mujeres del templo, para espantarla, le dijeron que si no obedecía, «Amma (otro nombre para Amy), la ladrona de niños» vendría por ella. El efecto en Preena fue el contrario ya que prefería a la mujer ladrona que el matrimonio religioso. 

Esa noche, Preena se encontraba en su dormitorio cuando la puerta se abrió. Jamás se dejaba sin vigilancia la sección donde dormían las niñas por temor a que huyeran, pero Preena, sin comprenderlo del todo, notó que nadie vigilaba la calle y corrió en dirección al puente que conducía a Pannaivilai. Sabía a dónde ir: a la iglesia cristiana. 

Allí pidió que la llevaran con la ladrona de niños, sin embargo pensando que Amy estaba de viaje, le dijeron que no era posible en ese momento. 

Ante la insistencia de la niña, la llevaron para que viera por sí misma que Amma no estaba allí. ¿Pero cuál fue su sorpresa? ¡Se topó con Amy en la terraza tomando un poco de té! 

La niña corrió a los brazos de Amy donde encontró lo que jamás había recibido: amor. Amy la aceptó bajo su techo, consciente de que los problemas no habían terminado. Al día siguiente, las mujeres del templo acudieron a reclamarla, pero Preena se mantuvo firme. Después de pleitos y amenazas, las mujeres del templo por fin se retiraron y Preena vivió con Amy.

La Comunidad Dohnavur: Un Refugio de Amor

Amy fundó la Comunidad Dohnavur, un orfanato donde cientos de niños encontraron seguridad y amor. Durante 55 años, sin tomarse vacaciones ni casarse, Amy dedicó su vida a esta labor. En 1931, una caída la dejó postrada en cama, pero esto no la detuvo: en sus últimos 20 años escribió numerosos libros y poemas que inspiraron a cristianos en todo el mundo.

El Legado de Amy Carmichael

Amy Carmichael dedicó su vida a proteger a los niños, reflejando el corazón de Cristo. 

Amy comprendió el corazón de su Salvador al ejecutar esta obra por los más débiles de la humanidad. Entendió las palabras de Jesús, quien reprendió a aquellos que querían impedir que los niños se acercaran a Él. 

Defender a los niños siempre fue su pasión. En palabras de Amy: «Si no tengo misericordia, así como mi Señor tuvo misericordia de mí, entonces no conozco nada del amor del Calvario. Si ambiciono algún lugar en la tierra distinto al suelo polvoriento en la base de la cruz, entonces no conozco nada del amor del Calvario».

Su historia nos desafía a actuar con valentía y compasión. Hoy, más que nunca, necesitamos personas dispuestas a luchar por la justicia y a extender el amor de Dios a los más necesitados. ¡Sigamos su ejemplo!


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