El dominio de la falta de dominio

Foto por Diana Gómez

Tarde o temprano la persona que no domina su mal carácter, sufre. 

Por Elisabeth F. de Isáis (1925-2012)

Las personas que tienen problemas para dominar su carácter o explotan a la menor provocación, no han aprendido el secreto de tener paz interior y causan problemas en la familia, la escuela, el trabajo, en todas partes.

¡Pobres familias de las personas que son así! Si casi es hora de que va a llegar el papá, todos se alinean. ¿Hay algo fuera de lugar? ¿Está lista la cena? ¿Se lavaron las manos los niños? Mamá está en la cocina checando los últimos detalles, nerviosa. La familia no espera a papá con gozo, sino con miedo. ¿Es así como debe ser el matrimonio? ¡Claro que no!

La misma escena puede repetirse en el trabajo. Todos tiemblan cuando va a llegar el jefe con su fama de mal carácter. La calidad del producto sufre, las secretarias se equivocan y el ambiente se vuelve tenso cuando debería ser totalmente diferente. 

En un lugar donde el jefe es amable y respetado, y la gente produce más y mejor, los empleados duran muchos años y eso beneficia al negocio.

En la escuela a veces es la directora que inspira temor en los maestros y los alumnos. Quizá ella se considera un tipo de gendarme sobre ellos, pero lograría mejores resultados con un carácter dulce. Y por qué no decirlo, más justo. Tal vez no ha oído el viejo dicho de que se capturan más moscas con miel que con hiel.

Tarde o temprano la persona que no domina su mal carácter, sufre. Pierde amistades, nadie le quiere hacer favores, no prospera. Sus hijos le tienen más bien temor que confianza. 

Si la esposa es una mujer abnegada, quizá soporte al marido malhumorado, pero el espíritu y el amor de ella se van apagando poco a poco. Como nunca se sabe cuándo el esposo va a explotar, vive con verdadero miedo de él.

Quizá el hombre diga: Pero yo no golpeo a nadie. Solo son palabras. Realmente a veces las palabras duelen más que los golpes. Y es demasiado frecuente que el mal humor se expresa en golpes o acciones injustas además de palabras. 

Por otro lado, una palabra amorosa es como un bálsamo en cualquier situación. 

Me acuerdo de algo que dijo San Pedro, en su carta a los creyentes de su tiempo, hablando a los esposos, referente a sus esposas: «Vosotros maridos vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como vaso más frágil y como coherederas de la gracia de la vida». 

Luego añadió una amenaza muy interesante: «Para que vuestras oraciones no tengan estorbo». Parece que Dios no escucha las oraciones de un esposo de mal carácter. 

Sigue diciendo San Pedro: «Sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables. No devolváis mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo» (1 Pedro capítulo 3, versículo 7). ¡Qué hermoso sería vivir así!

Uno de los grandes problemas de nuestros tiempos, son los niños que salen de sus hogares y viven en las calles. Muchas veces es por el trato cruel que reciben en su casa. ¡No debe ser así! Un hijo es una preciosa responsabilidad entregada a cada padre y madre para amarlo, educarlo, entrenarlo y motivarlo para ser un ciudadano fiel y respetado. 

A veces debido al mal carácter del papá o mamá, viene el divorcio y luego un padrastro o madrastra que no ama al hijo de la pareja anterior y no lo trata bien. Son tragedias de nuestros tiempos. 

Es necesario controlar nuestro carácter o destruiremos todo lo que hay a nuestro paso. 

Debemos pedir a Dios su ayuda y decidir ahora mismo cambiar y seguir el sabio consejo de San Pedro de ser compasivos y amigables. De paso, lograremos ser mucho más felices y productivos en todas las áreas de la vida.


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