El temperamento

Foto por Maddy Morrison

Descubre lo que dice la Biblia

Elisabeth F. de Isáis (1925-2012)

Según algunos psicólogos la raza humana cuenta con cuatro clases de temperamentos: sanguíneo, colérico, flemático y melancólico. La persona de tendencias flemáticas, por ejemplo, es de poco pleito, calmada y en cierto sentido pasiva. Algunos estudiosos de la psicología piensan que muchas cosas se pueden explicar con base en el temperamento, por ejemplo incompatibilidad en el matrimonio o poco esfuerzo en los estudios.

Sin embargo, aun cuando haya algo de verdad en estas clasificaciones, se puede añadir un quinto temperamento, el bíblico. La Biblia toma en cuenta las diferencias innatas de las personas, por ejemplo, en el caso de las mujeres, existen unas más dadas por naturaleza a los trabajos del hogar, otras al negocio, otras a la vida intelectual, pero también menciona características que todos debemos tener si somos cristianos.

En primer lugar, aunque nuestro temperamento natural fuera colérico, no debemos usar esto como pretexto para ser enojones. Proverbios capítulo 14, versículos 29 y 30 dice: «El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad. El corazón apacible es vida de la carne; mas la envidia es carcoma de los huesos».

Como cristianos no debemos enojarnos con facilidad, sino reflexionar y orar en toda circunstancia. Aunque tengamos problemas, y las personas nos ofendan y traten mal, pidamos a Dios calma y paciencia para portarnos como enseña la Biblia.

Solo con la ayuda de Cristo soportaremos algunas cosas que nos suceden, sin estallar. Y como sugiere el texto, el resultado de un corazón apacible es buena salud y larga vida.

En el libro de Proverbios aparecen otros consejos sobre este tema. «Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad» (Proverbios capítulo 16, versículo 32). Y en el capítulo 19 del mismo libro en el versículo 11 aconseja: «La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa». ¡Qué hermoso! Sería genial que todos pudiéramos aprender a disimular la ofensa, de verdad.

También de Santiago capítulo 3, versículo 8 se extrae una advertencia: «Ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal». Por esto debemos aprender a domar nuestro espíritu, pasiones y tendencias por hacer el mal.

En segundo lugar vivamos en un espíritu alegre y positivo. «El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate».

Es muy agradable estar con una persona que siempre está contenta. En Milamex trabajaba una secretaria que siempre era amable y tenía buen humor. Su modo de ser contribuía grandemente al ambiente laboral. Cuando se sentía enferma, sufría una pena en su vida personal o estaba en desacuerdo con algo relacionado con el trabajo, aún entonces no demostraba una actitud triste o deprimida. Siempre tenía una sonrisa a flor de labios, una respuesta cortés y una disposición para ayudar. ¡Gracias a Dios por las personas como ella!

Ante la pregunta, ¿eres parte de la solución o del problema? Nuestra respuesta como cristianos es que siempre deberíamos ser parte de la solución.

Otros dos textos relacionados con esta característica son.  Proverbios capítulo 15, versículo 15: «Todos los días del afligido son difíciles; mas el de corazón contento tiene un banquete continuo». Y en Proverbios capítulo 17, versículo 22 dice: «El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos». En otras palabras, no importa con qué tipo de temperamento hayamos nacido, si nosotros decidimos vivir con los parámetros bíblicos, Dios se encargará de transformarnos hasta formar el carácter de Cristo en nosotros. ¡En él tenemos la victoria!

Tomado de la revista Prisma 43-4, julio-agosto 2015

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