Renovación vs. Corrupción
Sí señor, nosotros somos la respuesta para nuestro país
Por Juan M. Isáis (1926-2002)
«La renovación empieza con nosotros» reza una expresión. Quien la oye por primera vez, puede pasar por alto el significado profundo que tiene. Es fácil hacerse el desentendido o pecar por ignorancia. Si esto es cierto, ¿podríamos también inferir que «la corrupción somos todos»?
No hay leyes ni líderes ni estructuras que sustituyan la responsabilidad personal. Esta es la clave, el meollo de la solución a cualquier problema. Ningún gobierno por honesto que sea, puede estar presente en todas partes para hacer efectiva la integridad moral de un pueblo.
¿Es acaso una forma de corrupción que los empleados públicos estén contando chistes o tomando café, mientras hay una fila de ciudadanos esperando que los atiendan? ¿Celebrar el popular «san lunes» o no cumplir con el trabajo por el cual se nos paga? ¿Que a los que pagamos impuestos para dar trabajo a los demás, se nos trate en las oficinas públicas como si nos estuvieran haciendo un favor?
¿Es acaso una forma de corrupción pasarse un alto y luego decirle al policía que el semáforo estaba en luz verde? ¿Qué implica el que nos pida «para sus refrescos» o que nosotros lo ofrezcamos? ¿Y el tortuguismo en el trabajo o la pérdida de tiempo? ¿O pedirle a un compañero que no haga las cosas tan rápido porque entonces se nos aumenta el trabajo? ¿A quién le estamos robando?
¿Y la evasión de impuestos no es corrupción? ¿Qué del hacer las cosas al «ahí se va»? ¿Es acaso una forma de corrupción no votar en tiempo de elecciones, cualesquiera que estas sean?
La respuesta a estas preguntas es una realidad que tenemos que aceptar, por muy amarga que sea. También es saludable hacerlo, porque entonces sí podemos llegar al convencimiento de que sin duda alguna «la renovación empieza con nosotros». Las reformas de una administración, solo se logran cuando los ciudadanos son conscientes de sus deberes y de sus privilegios.
Sí señor, nosotros somos la respuesta para nuestro país. Nuestros líderes no son más que representantes de los problemas y de las victorias; ellos son el fruto de nuestro comportamiento.
Somos la única esperanza de renovación nacional, pero eso solo se logra teniendo cuatro principios indubitables:
Amar a Dios con todas nuestras fuerzas, mente y corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Tratar a los otros como queremos ser tratados.
Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
No ser engañados, sino recordar que todo lo que sembremos, también lo segaremos.
Debemos entender de una vez por todas, que no vivimos independientemente de las acciones de los demás; nadie es tan insignificante como para no afectarnos con su manera de ser y de actuar.
Un escritor cuyo nombre se me escapa en este momento, dijo que los seres humanos actuamos de tres maneras; como niños irresponsables e inmaduros; como padres, creyendo que tenemos control sobre todo por el exceso de ejercicio de autoridad; y como adultos, es decir, dándonos cuenta de que el beneficio y la destrucción, el bienestar y la angustia son para todos. Las cosas que hacemos bien o mal en nuestro trabajo, afectan a todos los que nos rodean.
Ya es tiempo de que actuemos como gente madura. Somos la respuesta, la solución, la renovación y la esperanza. Sin la participación responsable individual, todo quedará en la periferia. Vayamos adentro, pesquemos en aguas más profundas, pongamos nuestro grano de arena a nuestro propio nivel y en nuestra área para que mañana tengamos una patria mejor.
Tomado de la revista Prisma 43-4, julio-agosto 2015