El desarrollo de la madurez en la mujer

Foto por Armando Lomelí

Muchos suponen que con los años se llega a la madurez, pero no es cierto

Por Martha Saint de Berberián

La mujer de hoy sueña con lograr éxito en la vida y considera de máxima importancia ser bella. También sueña con tener solvencia económica, lograr estudios, quizás una carrera profesional, tener muchas amistades y una linda familia. Pero estas son cualidades exteriores. ¿Qué cualidades interiores son claves para el éxito en la vida de una mujer? El carácter de la mujer es esencial, sobre todo en la madurez. ¿Cuántas mujeres de hoy se pueden considerar «maduras»?  

¿Qué dice la Biblia sobre la madurez?

El apóstol Pablo en 1 Corintios 14:20 habla de la madurez como un modo de pensar. Dijo: «Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar». Así que podemos ser como niños y pensar como ellos, o podemos ser como adultos, y pensar con madurez. 

Aunque la sociedad de hoy no fomenta la madurez, Dios nos reta a ser maduras en nuestra manera de pensar. 

En Hebreos 5:14 dice: «Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal». Esta Escritura habla de personas que han alcanzado madurez, indicando que es un proceso: de baja madurez, a mediana madurez y hasta llegar a una buena madurez. Este versículo indica que la persona madura se caracteriza por discernir el bien del mal. 

En la sociedad de hoy se confunde el bien y el mal. Por ejemplo: el asunto del aborto es un tema candente. Para los cristianos, cuando una mujer queda embarazada, se considera una bendición de Dios. Pero cada día hay más mujeres que dicen: «Mi cuerpo es mío y puedo hacer con él lo que quiera. Este embarazo no lo planeé y quiero un aborto». 

El problema con este pensamiento es que un bebé no es parte del cuerpo de la mujer, sino que está residiendo por nueve meses en la matriz de la mujer. La mujer madura entiende eso. Es interesante que si una persona adulta ya no tiene latidos del corazón, se afirma que murió. Pero si un bebé en la matriz sí tiene latidos del corazón, no se considera un ser humano vivo.  

Muchos suponen que con los años se llega a la madurez, pero no es cierto. Hay personas mayores que tienen poca madurez y hay personas jóvenes que, por la manera en que fueron criadas, son muy maduras. Quisiéramos que con el simple pasar de los años se pudiera desarrollar la madurez, pero en la sociedad de hoy y las normas que se manejan, no todas las mujeres lo logran, cuando mucho, solo la mitad. La otra mitad podría haber logrado una madurez parcial, tal vez por tener padres permisivos que no les enseñaron a ser disciplinadas y responsables. 

Los niveles de madurez se pueden dividir en cuatro grupos: 

  1. El nivel de bebé: llora por todo. En Éxodo 2:6 encontramos al bebé Moisés llorando en su canasto antes de que la princesa lo recogiera. La persona inmadura es dependiente y solo piensa en sus propias necesidades y sus oraciones se enfocan en sí misma. Cuando alguien se convierte a Cristo, espiritualmente hablando es un bebé, pero con cuidado pastoral irá madurando. 

  2. El nivel de niño: siempre imita a los demás y pregunta ¿por qué? El niño es todavía dependiente del cuidado de los adultos en su vida, aunque se atiende solo en muchas cosas. El adulto que tiene la madurez de niño tiende a imitar a los demás y siempre pregunta el porqué de las cosas. Eso es bueno porque así aprende y crece.

  3. El nivel de joven: Cree saberlo todo y le gusta presumir lo que sabe. Es cierto que el joven ha logrado mucho conocimiento y capacidad, pero le falta experiencia. Lucas 2:52 habla de Jesús, quien crecía en sabiduría y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres. El joven se desarrolla en lo mental, lo físico, lo espiritual y lo social. Si una persona tiene la madurez del nivel de joven, le gusta lucirse, pero se desgana cuando no se reconoce su trabajo.

  4. El nivel de adulto: tiene madurez, autoridad y discernimiento. Nuestro ejemplo bíblico es el apóstol Pablo que, cuando estuvo en la cárcel de Filipos, decidió cantar en vez de quejarse y tomar una actitud de autocompasión. Pablo tenía madurez en su carácter.

También podemos describir siete características de la madurez:

  1. Fidelidad. Apocalipsis 1:10 nos anima: «Sé fiel hasta la muerte…». Debemos ser fieles a Dios en todo momento. La fidelidad a Dios nos llevará a tener nuestras prioridades en el orden correcto como en nuestro matrimonio, nuestros hijos, etc. 

  2. Estabilidad. Efesios 4:14 dice: «ya no seamos niños fluctuantes». Debemos ser personas de convicciones firmes y no alterarlas según con quién estemos. Estabilidad es ser consistente, respetar los límites que hemos definido, vivir dentro del presupuesto y decir «no» a cosas que en realidad no necesitamos.

  3. Iniciativa. Santiago 4:17 explica: «al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado». Algunos pecan por comisión, otros por omisión. Debemos tener la iniciativa de perseguir lo bueno.

  4. Valentía. Filipenses 1:14 expresa: «hablar la palabra sin temor». Si Dios está con nosotros podemos hacer cosas sin temor, como adquirir habilidades nuevas, para no estancarnos. 

  5. Quietud. Filipenses 4:7 asegura que la paz de Dios guardará nuestros corazones y pensamientos. Por ejemplo: no podemos tener paz si guardamos rencor contra alguien que nos dañó. Aunque el saber perdonar es difícil, es una característica de una mujer madura.

  6. Profundidad de pensamiento. Josué 1:8 habla de meditar en la Palabra de día y de noche. La mujer madura es una mujer pensante, ve más allá de lo obvio para entender la razón de las cosas. Cuando está criando a sus hijos, piensa detenidamente sobre qué valores y hábitos quiere inculcar a sus hijos y por qué.

  7. Autosacrificio. 1 Pedro 2:21 dice que Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigamos sus pisadas. Dios quiere que estemos dispuestas a sacrificar nuestros gustos para beneficiar a otros y no ser egoístas. 

Pasos para desarrollar la madurez:

  1. En primer lugar, pasar tiempo a solas con Dios y su Palabra cada día, dejando que su Espíritu Santo nos guíe a toda verdad. 

  2. Debemos ser sinceras al reconocer el nivel de madurez que tenemos y anotar en un cuaderno los hábitos en nuestra vida que demuestran que necesitamos desarrollar madurez. Debemos ser lo más específicas que podamos. Puede ayudarnos el conversar de este tema con alguien en quien confiemos y respetemos mucho, porque, la verdad, podemos tener hábitos de inmadurez y no darnos cuenta. 

  3. El cambio de hábitos no se da de un día para otro, requiere tiempo y determinación avanzar un poco cada semana. Si llevamos un diario de nuestro progreso, será de gran apoyo.

  4. En general, no logramos cambios solos; necesitamos de la ayuda y supervisión de otra persona que ha logrado madurez en áreas donde todavía necesitamos aprender. Alguien que de continuo llega tarde no puede ayudarnos a cumplir horarios. Una persona sin autocontrol no puede ayudarnos a bajar de peso. 

Tomado del primer capítulo de La mujer y su ministerio.


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