Un ramo de dolor
La vida de Joni Eareckson Tada
Por Keila Ochoa Harris
Las flores y el propósito del sufrimiento
Las flores siempre han tenido un papel especial en las bodas y celebraciones, pero solemos admirar sus pétalos vibrantes sin reflexionar sobre lo que hubo antes de que florecieran. Rara vez pensamos en las espinas que protegieron su tallo o en las malas hierbas que intentaron ahogarlas. Tampoco consideramos al jardinero que las cuidó con paciencia, que podó con cuidado y atendió sus necesidades para que finalmente alcanzaran la perfección.
Lo mismo ocurre con nuestras vidas. A menudo anhelamos resultados perfectos sin reconocer el proceso lento y lleno de desafíos que requiere nuestra transformación. Esta es una verdad fundamental que Joni Eareckson Tada comprendió tras enfrentar una prueba que daría un giro a su vida para siempre.
El accidente que cambió su vida
Joni era una joven de 17 años llena de energía y sueños por cumplir. Atlética, emprendedora, a punto de comenzar la universidad, parecía tener un futuro brillante por delante. Sin embargo, en el verano de 1967, un desafortunado salto al agua cambió su vida. Un golpe en la nuca la dejó paralítica, incapaz de mover sus brazos y piernas.
Durante meses, Joni oró fervientemente por un milagro que nunca llegó. Pero, en lugar de rendirse, permitió que su fe en Dios la sostuviera. Luchó y, poco a poco, aprendió a manejar una silla de ruedas y a pintar con la boca. Lo que comenzó como una actividad sencilla se transformó en un ministerio global. Joni escribió su autobiografía, protagonizó su propia película, y ha inspirado a millones con su historia de fe y resiliencia.
Lecciones de vida inspiradas por Joni
La historia de Joni nos enseña que los momentos de sufrimiento no son accidentes en la vida de quienes confían en Dios. Son herramientas que Él usa para moldearnos y perfeccionarnos. Como el jardinero que poda una planta para que florezca con más fuerza, Dios utiliza los desafíos para transformarnos en algo espectacular.
Joni reflexiona en sus libros y conferencias que el dolor puede tener dos efectos en nuestras vidas. Puede moldear nuestro carácter o convertirnos en gente egocéntrica. Joni nos dice: «No hay tal cosa como accidentes en la vida del creyente. Si Dios nos manda una prueba, en última instancia es para nuestro bien. Una de las cosas que podemos hacer para nuestros hermanos y hermanas en Cristo es obtener la victoria sobre nuestras propias pruebas».
El propósito eterno detrás de la espera
El sufrimiento se traduce en confianza. Hay lágrimas, desesperación y dolor, pero la planta sabe que sus pétalos se abrirán porque así lo ha prometido su Creador y Jardinero. Frente al dolor y la incertidumbre, somos llamados a confiar, sabiendo que Dios está trabajando para nuestro bien y su gloria.
Joni no carece de fe, pero no ha existido ese milagro por el que ella ha orado. Sin embargo, ha entendido que la sabiduría de Dios es superior. ¡Qué error es tratar de armar el rompecabezas sin su ayuda! La espera es confiar en Dios aun cuando las piezas no encajen.
Se requiere de un tiempo que sólo el Jardinero conoce. Él no lleva prisa y nos comprende porque Él mismo fue una semilla que murió para vivir. Por esa razón, nos dice: «Yo sé cómo y cuándo. Yo ya pasé por ahí. Te ayudaré a enfrentarlo».
Vivir intencionalmente para el Creador
Las palabras de Joni concluyen: «Si mi fidelidad a Dios desde esta silla de ruedas le trae gloria,» dice Joni, «entonces no me importa la desventaja de vivir paralizada». Estas palabras son un poderoso recordatorio de que todo lo que enfrentamos tiene un propósito mayor. No vivimos para nuestra propia gloria, sino para reflejar a Aquel que nos creó.
La vida de Joni Eareckson Tada