Pequeño ángel de mazapán

Foto por Diana Gómez

Muchas veces derretiste el corazón de tus adversarios con una caricia o con un abrazo

Por Anita de Bautista

Adaptado de la revista Prisma vol. 34, tomo 3.

Down les dio su nombre a los niños como el mío, por un cromosoma de más. 

Los hijos especiales son pequeños ángeles de mazapán, como dice la canción de Marcos Vidal: «capaces de romper el corazón más duro», «emisarios de la paz». Dejan la huella de Dios por donde van. Nunca sabremos cuánto cariño son capaces de generar.

Me cuesta recordar la noche cuando me lo dijeron. La decepción llenaba mi alma. El llanto era mi compañero, la oscuridad me cobijaba y mi corazón estaba hecho pedazos. Sin embargo, no estaba sola; Jesús enjugaba mi llanto, me consolaba, me abrazaba y decía: Confía en mí.

El Señor sabía lo que estaba pasando. No le eran ocultos mis pensamientos. Me imaginaba que el futuro sería incierto, limitante y doloroso para mi hijo. Pero su plan era grande y misterioso y aunque en ese momento yo no lo entendía, hoy lo sé y me gozo en su gran amor y clemencia.

Es cierto que siempre es un reto aceptar que aquel hijo que hemos soñado, vino en una envoltura diferente a la que esperábamos. Una madre carga con culpa y condenación, creyendo ser la responsable y que algo ha hecho mal. Experimenta soledad y aislamiento al perder supuestos amigos que no saben cómo convivir con lo que ha pasado.

Pero hay que aceptar que Dios no se equivoca y que nos ha dado el privilegio de desarrollar a un gran ser humano, viviendo cada día al máximo, descubriendo que cada etapa nos hace crecer. Podemos llorar, pero debemos enfrentar el reto con valentía. Unidos como familia, hemos experimentado que más que un castigo es una oportunidad de enriquecer nuestra vida y la de otros.

Hoy mi hijo es un joven feliz que bendice a todos a su alrededor. Escribí esto cuando él llegó a la adolescencia. Espero sea de ánimo a otras que pueden estar pasando por una situación similar.

Mi amado Juan:

Cuando naciste trajiste contigo muchas sorpresas. Te esperamos con tanto amor, en especial cuando meses atrás tu papá casi muere. Cuando él estaba en el hospital, ¡saber que estabas allí dentro de mí me daba fuerza para luchar! 

El día que naciste nuestra vida cambió. Llegaste de manera inesperada y tu entrada al mundo nos llenó de sorpresa, de dolor, de tristeza e incertidumbre. Pero el tener tu pequeño cuerpecito en mis brazos, tan frágil, tan dulce y delicado, llenaba de ternura mi corazón y me dio un deseo inmenso de protegerte, cuidarte y darte lo mejor de mí.

Muchas personas no te supieron valorar. Muchos nos compadecieron, otros se preguntaban qué habíamos hecho para merecer tal castigo, otros se alejaron porque no sabían qué hacer. No sabían cómo convivir contigo.

Siempre me sentí orgullosa de ti, muy confundida porque los pronósticos acerca de ti y tu futuro eran poco prometedores. Pero nunca te oculté, nunca me avergoncé de ti. Siempre que te amamantaba, cuando veía tus ojitos despertabas en mí un amor profundo y un deseo de pelear por ti, de defenderte y de esforzarme para hacer de ti un gran ser humano.

Aunque otros no lo vieran, tu papá, tu hermana y yo mirábamos tu ternura, tu sensibilidad. Cada logro tuyo nos llenaba de una tremenda satisfacción.

Nunca fuiste el típico niño Down, nunca cabías en las estadísticas, siempre confundías a los psicólogos, a los terapeutas y a los que creían saberlo todo acerca de ti. Inesperadamente lograbas hacer cosas que no se esperaba que hicieras. 

Muchas veces derretiste el corazón de tus adversarios con una caricia o con un abrazo. Desde pequeñito eras muy sensible al dolor o a la alegría de otros. Siempre has sabido llorar con los que sufren y reír con los que ríen. Todo lo disfrutas al máximo. ¡Eres feliz con cosas tan sencillas! Tienes la capacidad de ver lo mejor aun de la gente que no es muy agradable.

Muchas veces pienso que vives en un nivel superior al nuestro, que tú sabes distinguir mejor que nosotros el valor de las cosas y las personas. Creo con firmeza que tú tienes capacidades diferentes, en realidad muchas más que otros que se consideran normales. A veces creo que yo he aprendido más de ti, que tú de mí. 

Ahora que ya eres un adolescente, muchos de los temores desaparecieron, hoy sé que tu vida no es de dar lástima sino de admirar.

Muchos de los que nos compadecieron, hoy lloran porque sus hijos son rebeldes, drogadictos o malos estudiantes. Yo me siento orgullosa de ti porque jamás serás un delincuente y no me harás llorar por ser un mal hijo. 

Doy gracias a Dios por haberme juzgado merecedora de tener un hijo tan especial, tan único, tan sobresaliente en amar, consolar y valorar la vida. Sé que tu futuro depende del Señor. Sé que como nos ha guiado hasta aquí, lo seguirá haciendo. Sé que serás útil y que no eres una carga sino un reto.

Te amo mucho, hijo. Gracias por ser así. Tu vida ha enriquecido la mía y me ha dado la capacidad de entender a otras personas en el proceso de aceptar que a veces los hijos no vienen en la envoltura que uno espera, pero que hay un Dios que nunca se equivoca.

Sí, te amo mucho.

Mamá


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