¡Yo soy el zapatero!

Foto por Anna Catherine McGraw

“Alguna semilla había caído en buena tierra y estaba dando fruto”

Por David Powell

En ocasiones, aunque procuramos sembrar semillas del Evangelio o semillas de amor, nos parece que no vemos los frutos. La historia siguiente es real, sucedió en nuestra América Latina y es un ejemplo que nos recuerda no desesperarnos.

A finales del siglo XIX llegó el escocés Andrew M. Milne a San Miguel de Tucumán, Argentina. Era de los llamados colportores de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, que procuraban vender u obsequiar la Biblia en lugares donde se conocía muy poco.

En años anteriores, un líder religioso había pedido a la gente que quemara las Biblias de otro colportor, así que pocas quedaban y casi nadie quería comprarlas.

La primera vez que fue el señor Milne a Tucumán, llevó a cabo una reunión con personas interesadas para explicarles el Evangelio. Solo logró reunir a trece personas en la casa de un zapatero remendón, que se arriesgó a ofrecer su casa. No hubo respuesta evidente.

A lo largo de algunos años, fueron otros colportores a la ciudad. El mismo Milne, incansable, volvió por lo menos dos veces más, y en 1905 informó que desde hacía cinco años se había establecido una obra permanente de evangelización allí.

A él lo invitaron a predicar, y después relató lo siguiente:

“Hice referencia al hecho de que cuando estuve vendiendo Biblias en Tucumán, tantos años antes, traté de reunir a la gente para predicar el Evangelio, pero solo había conseguido juntar trece personas en la casa de un zapatero simpatizante. Imaginaos mi grata sorpresa cuando al terminar, una señora se me acercó y me dijo: 'Yo era una de los trece en su reunión'”.

En otra reunión en la ciudad argentina de Córdoba, Milne contó la coincidencia. Al final, se le acercó un anciano sonriendo a saludarle y le dijo: “¡Y aquí tiene usted al zapatero!”.

Pocos años antes de su muerte, el escocés comentó sobre estos sucesos, aludiendo a la parábola bíblica del sembrador, en la que “alguna semilla había caído en buena tierra y estaba dando fruto”.

El autor del artículo sobre esta experiencia en la revista La Biblia de las Américas concluye de esta manera: “Merecida recompensa para quien había sufrido toda suerte de privaciones, afrentas y agresiones a lo largo de un ministerio de más de cuarenta años, que lo había llevado desde el Cabo de Hornos hasta Quito con la Biblia”.

No nos cansemos de ser fieles al ministerio que Dios nos da. ¡Algunas semillas tardan en crecer!

Tomado de la revista La Biblia en las Américas No. 6 de 1998/ Vol. 53 # 238

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