La regla de oro, ¿funciona hoy?
Todos los creyentes en Jesucristo estamos llamados a cumplir la regla de oro
Por Salvador Torres Martínez
Al preguntársele a un conocido jugador de futbol cuál era su opinión acerca de si debería o no agredir a sus adversarios, el deportista contestó: «Creo que golpear a un contrario es algo fácil de hacer, pero ese asunto no es de caballeros, sino de animales. El resistir una embestida es algo duro, pero el no resistirla es de tontos».
Quizá el concepto de este jugador futbolero en nada cambia toda esta situación. Pero, ¿qué dice Jesucristo? Veremos.
La regla de oro dada por Jesús en su famoso sermón del monte es algo que se debe convertir en una realidad. Usted y yo como observadores de esta, quizá no la hemos llevado a cabo del todo, pero el esfuerzo por perfeccionarnos en ello debe ser una lucha continua.
Manuel Pérez tenía un pequeño automóvil obtenido con grandes esfuerzos que hablaban de años de trabajo y desvelos. Cierto día, al llegar a una calle desconocida lo dejó estacionado; ahí había niños jugando con fichas y piedras, además de pintura.
El personaje de nuestra historia se fue a un lugar cercano y dejó su auto.
Los niños, al ver el vehículo comenzaron a acercarse, y a uno de ellos se le ocurrió tirar pintura sobre el carro. Otro lo rayó con fichas y un tercero lo llenó de piedras.
La sorpresa que Manuel se llevó cuando media hora después llegó y vio a los pequeños jugando encima del auto que ya estaba hecho un pastel, fue desagradable.
El hombre había escuchado acerca de la regla de oro de Jesús, pero al ver esto se encendió en ira y lanzó grandes voces e injurias hacia aquellos niños. En su mente pasó entonces la voz de Jesús que decía: «En esto conoceréis que sois mis discípulos, si os amareis los unos a los otros».
Sin saber cómo proceder, al ver que los niños corrieron, Manuel solamente se dio a la tarea de limpiar su carro en lo que podía y no proferir ya voz alguna hacia los que le preguntaban irónicamente acerca de lo acontecido.
¿Será fácil vivir la regla de oro? Para la persona supeditada a Jesucristo debe ser fácil, porque suponemos que un cristiano está bajo dominio del Maestro, y no hace otra cosa que no sea la voluntad de Dios.
Jesús no prometió que sería fácil, ni que el que lo quisiera seguir no sufriría. Al ser agredido por sus adversarios en el empedrado de Poncio Pilato, cuando los soldados le amarraron una venda en la cara y comenzaron a golpearlo inmisericordemente, burlándose de Él y preguntándole que si era profeta les dijera quién lo había golpeado, Jesús dando ejemplo no profirió palabra alguna.
Recordemos que Cristo sufre su martirio voluntariamente y como humano. ¿A cuántos de nosotros nos gusta ser agredidos y llenos de insultos? Quizá diremos: Bueno, Jesús es Jesús, pero yo no soy Él.
Sin embargo, todos los creyentes en Jesucristo estamos llamados a cumplir la regla de oro, aunque no obligados a ello. Dios respeta nuestra voluntad, pero la actitud, ¿a cuántos convencerá de que realmente somos cristianos y que no hay mentira en nosotros?
Es bueno recordar que «el que guarda los mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que Él permanece en nosotros, por el espíritu que nos ha dado» (1 Juan 3:24).
Sí, no cabe duda, como lo afirma el apóstol Juan: «El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo». ¡Cumplamos la regla de oro!