¿Qué hace al hombre feliz?

Foto por Sergio Mendoza

Foto por Sergio Mendoza

"Solo una vida tengo, oh Dios"

Por Juan M. Isáis

Estuve en una reunión donde se celebraba un aniversario. Parte del programa fue la participación de un coro infantil que cantó con mucha convicción y aplomo, una melodía cuya letra me impactó: “Solo Dios hace al hombre feliz”. 

Esa aseveración me obligó a reflexionar sobre la vida y por supuesto, Dios. Es un pensamiento que no admite interpretación alguna, porque lo que dice es incuestionable, a toda prueba. Debería motivar a todo ser viviente a entender que no obstante la riqueza, los adelantos científicos y la concepción humanista de quién es la corona de la creación, no cambia la realidad de que “Solo Dios hace al hombre feliz”. Este concepto incluye a mujeres, jóvenes y niños.

La señora que fue mi novia antes de casarme con ella, constantemente me exhorta acerca de la administración de la vida y recalca: 

“Solo una vida tengo yo

vida que pronto pasará.

Solo una vida tengo, oh Dios; 

pronto, muy pronto pasará;

solo lo que haga para ti;

pasará a la eternidad”. 

 Esta idea se hermana con la que cantaron los niños. Entretanto un pensamiento asevera, el otro lo proclama como vivencia dinámica y contundente. Es cierto que solo lo que se hace con Dios y para Dios, vale la pena y pasará a la eternidad.

En realidad, cuando se tiene esa visión de Dios y de uno mismo, es cuando se entra a una dimensión poco conocida o desconocida para aquellos que ignorantes de la verdad absoluta, no perciben las cosas del espíritu porque se han de examinar espiritualmente. Un amigo, que escribió sin colocar su rúbrica, dijo con respecto a su relación con Dios:

“Yo le había pedido riqueza, para ser feliz; Él me ha dado pobreza para que sea rico con Él. Yo le había pedido poder para que los hombres cantaran conmigo; Él me ha dado la debilidad, para que solo necesite de Dios y oiga sus melodías. 

Yo le había pedido de todo para disfrutar de la vida; Él me ha dado la vida para que disfrute de todo. Yo no he recibido nada de lo que había pedido; pero tengo todo lo que podía esperar, porque aunque diga lo contrario, Dios me ha oído y yo soy el más feliz de los hombres”.

No de balde cantaban los niños beritianos: “Solo Dios hace al hombre feliz”. Hermosa esperanza e incomparable realidad para quien alguna vez, aceptando su finitud, volvió sus ojos al Creador y encontró en Cristo Jesús la verdad que por tanto tiempo andaba buscando. Precisamente fue el Maestro de Galilea quien aseveró:

“Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”. Y agregó: “La felicidad del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”.

Aquí vale la pena preguntarnos: ¿Por qué solo Dios hace al hombre feliz? ¿No hay otra respuesta para encontrar soluciones viables a los problemas reales de la vida? Quizá alguien piense que sí, pero no es así porque solo Dios nos busca con amor y misericordia cuando tenemos necesidad de ayuda, aun cuando nosotros voluntariamente elegimos separarnos de Él. Dios nos ve como lo que vamos a ser y no como como lo que somos. ¡Imaginemos si fuera lo contrario! 

Solo Dios nos da status ante su Padre, como lo hizo con la mujer que fue descubierta en adulterio, según lo relata el Evangelio según San Juan. Solo Dios pudo pagar el precio de nuestra redención; el costo fue el derramamiento de su sangre en la cruz, por amor y nada más.

Solo Cristo llega a tiempo para orientarnos en los problemas cotidianos, nunca llega antes, pero tampoco después. Solo Él es capaz de perdonar todas nuestras acciones cometidas contra Él. Solo Cristo hace de quien lo busca, una persona nueva, con nuevos valores, prioridades correctas y una nueva manera de vivir muriendo.

Solo Cristo es soberano. Él quita y pone reyes, gobiernos y sistemas. Él cambia las circunstancias en oportunidades, por negativas que parezcan.

 Por todo lo antes dicho y mucho más, que si se escribiera no habría papel suficiente para usar, ni tinta para escribir, ni generaciones para contarlo, creo que solo Dios hace al hombre feliz. 

La vida es breve; todo se acaba. Solo Dios y sus promesas permanecen para siempre. Por eso hay que recordar que solo una vida tenemos, que pronto pasará, y que solo lo que hagamos para Dios durará para siempre. Por lo menos eso es lo que creo. ¿Y usted? 

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